BARCELONA, 1955 Alícia Grau
Su pintura impresionista y su trabajo son formados con una meticulosa construcción a base de sucesivas capas de color.
La temática infantil es una de sus fuertes, que junto a bodegones y escenas urbanas ponen de relieve su sensibilidad por los detalles pequeños.
BIOGRAFíA
Alicia Grau comenzó su formación artística al asistir a la Escuela de Artes y Oficios a temprana edad. Una vez graduada, comenzó su carrera profesional. Desde entonces ha conseguido crear una corriente artística entre los artistas de su generación y su obra está repartida por todo el mundo.
Su estilo ha sido definido por los críticos de arte como inconfundible por su técnica de dibujo, su uso medido de los pigmentos, que da solidez compacta de las texturas de sus telas. Su pintura impresionista, y su trabajo son formados con una meticulosa construcción a base de sucesivas capas de color. Tiene además la capacidad innata de captar la espontaneidad humana a través de sus retratos. La temática infantil es una de sus fuertes, que junto a bodegones y escenas urbanas ponen de relieve su sensibilidad por los detalles pequeños.
Durante más de veinte años, ha realizado un gran número de exposiciones personales en la mayoría de capitales europeas y de EEUU Su arte ha sido reconocido con numerosos premios y el reconocimiento internacional, formando su obra parte de colecciones de artes privadas y públicas en la actualidad, divide su tiempo de trabajo entre su ciudad natal y Florencia en Italia.
LA ESPONTANEIDAD INFANTIL EN LA PINTURA DE ALICIA GRAU
por Josep M. Cadena
Alicia Grau (Barcelona, 1955) dispone de la difícil facilidad para captar pictóricamente la espontaneidad humana. Ella ha elegido el mundo infantil, aquel en el que niños y niñas acostumbran a manifestar los sentimientos que les nacen, aquellos que son nuevos para ellos y que les sorprenden a medida que los experimentan. Y siempre busca poner de relieve los sentimientos más positivos, aquellos que conducen a la exaltación de las virtudes de unas personalidades en formación y que, buscadas por los males sociales que nunca dejan de hurgar, se fortalecen en la práctica de las buenas costumbres.
A pesar de que también practica el paisaje urbano y los bodegones, temas en los que pone de manifiesto su sensibilidad por los detalles íntimos de las situaciones atmosféricas, la figura infantil es la predilecta de Alicia Grau. Personalmente creo, ya que he tenido la ocasión de compartir con ella charlas en las que ha dejado patente su entusiasmo por la verdad en toda acción humana, que pintar niños y niñas en sus actitudes más naturales; esperar todo lo que sea necesario para que cojan confianza y se dejen llevar en sus movimientos más espontáneos, le permite conectar con su permanente deseo de estimular a que sea de verdad todo lo que hacemos los adultos. Porque ella sabe que el día a día de las cosas a las que todos nos tenemos que enfrentar, se complica e incluso se vuelve cruel para aquellos que van, como habitualmente se dice, con el corazón en la mano. Pero busca compensarlo al plasmar el reducto, cada vez más pequeño e incluso desprotegido, de la inocencia primera; la de los conceptos positivos, que son los que nos pueden ayudar a mantenernos mejores y más tiempo.
Hay una amplia literatura sobre los niños granujas, los pillos de playa, los niños lazarillos que acompañaban a los ciegos y que hacían reír, a la vez que enseñaban a replicar desde el estadio infantil a las maladades de los adultos. Esta, sin embargo, a pesar de su prestigio es una actitud que no va nada con la forma de hacer de Alicia Grau. Ella, como aquella homónima suya que, después de caer en un pozo y atravesar un espejo llegó al reino de las situaciones imposibles, insiste en que tenemos que luchar para no dejar nunca la bondad de lado. Y tiene la virtud creativa de hacerlo fijándose artísticamente en la realidad que nos rodea y, sin hacer ningún tipo de discurso moralizador, pintando lo que sabe ver. De esta forma construye escenas dónde la emoción resulta compartida y agradablemente transmitida.