SABADELL, 1962 Bellosta
Pinta todo lo que le emociona y busca temáticas cercanas que se acomoden en su interior, con serenidad.
El pintor de horas crespusculares, amaneceres y temas venecianos ha conseguido un estilo propio, además de tener un talento y una facilidad innatos para la pintura.
BIOGRAFÍA
Estudió procedimientos pictóricos en la Escuela de Artes Aplicadas de Barcelona (Llotja) y obtuvo el título de diseño de Estampación por la Escuela de Bellas Artes Massana de Barcelona. Se califica de casi autodidacta. No se identifica ni con el adjetivo moderno ni con el de clásico cuando habla de su obra, pero le gusta más el arte del siglo XIX porque es un arte más cercano a la naturaleza y el campo. Se define como un enamorado de los contrastes y de la naturaleza. Es pintor de caballete y trabaja a partir de apuntes y bocetos.
EL ACIERTO DE BELLOSTA EN SU VISIÓN DE VENECIA
por Josep M. Cadena
Personalmente observo la pintura de Carlos Bellosta (Sabadell, 1962) desde hace años y me complace decir que la idea de que yo tenía sobre su obra se va cumpliendo. Lo sigo desde que en 1992 vi su primera exposición -la primera para mí y, posiblemente, aquella con la que empezó a proyectarse hacia un público más amplio- en Barcelona. Desde entonces y hasta comienzos de este siglo XXI en el que nos encontramos, el pude ir siguiendo y siempre me pareció que avanzaba con decisión y cuidado en la realización de su quehacer. Tuve la sensación de que era muy consciente de que la carrera artística es larga y que en ella, sin dejar de experimentar y de buscar nuevos enfoques, debía progresar siempre y superar, en todo lo que fuera posible, el error. Y ahora, al cabo de unos años, el encuentro que se abre con seguridad a nuevas experiencias, como son los trabajos que nos presenta sobre Venecia, un tema que ha sido tratado por muchos artistas antes de que él lo hiciera y que otros también realizarán en un futuro porque es eterno, pero al que sabe dar su toque personal.
Posiblemente conoce otras obras que describen plazas, canales y góndolas en esta maravillosa urbe, casada con el mar que la sostiene y que siempre es una latente amenaza para ella, pero ha conseguido darle su toque propio y, en este sentido, el echo de él tal como es pictóricamente pintando, con el latente misterio que siempre sabe infundir al paisaje entre dos luces, entre aquellas que nacen con el nuevo día y que se van -la oscuridad también es luz, aunque no lo parezca- con la noche que se retira.
Yo había visto el pintor Bellosta en formación, consciente de que debía mejorar internamente para encontrar lo que buscaba y que es, dicho con sencillez pero con conciencia de que pocos son los que lo consiguen con plenitud, el misterio de la constante renovación de la vida. Y ahora creo que puedo afirmar, con el particular gozo de verlo avanzar y ahora ya muy adelante en el camino que se había propuesto, que lo consigue.
Con la pintura, al igual que con las otras artes, el ser humano nunca deja de buscar en lo que es esencial y constituye un constante misterio. Bellosta lo ha hecho y lo sigue haciendo dentro de la Naturaleza, para que las preguntas nunca se acaban con las respuestas, sino que crecen de nuevo y tienen nuevas y cada vez más inquietantes características. Y es bueno que así sea con personas que son como el pintor del que ahora tratamos. Creo, por tanto, que hay que mirar con atención los trabajos artísticos que ahora presenta, porque son verdadero progreso dentro de su constante investigación sobre la luz y los contenidos de las formas.