PRUIT, 1942 Benet Sarsanedas
Sus obras, a pesar de la ruptura con el dibujo, guardan una sólida estructuración.
En los paisajes de Sarsanedas hay un deseo de encuentro con la naturaleza, entendida ésta como una permanente afirmación de la existencia.
BIOGRAFÍA
Inició su formación en el Ateneo de Girona. En la década de los sesenta monta un estudio en la calle de la Palla de Barcelona y entra en contacto con el ambiente artístico vanguardista de esta ciudad. Va regularmente al Círculo Artístico de San Lucas, donde perfecciona su técnica de dibujo, especialmente el desnudo. A partir de 1970 vive largas temporadas en París.
Visita a menudo museos y galerías y pinta óleos y gouaches del Sena, el Barrio Latino, Montparnasse … París ha constituido siempre una gran fuente de inspiración; las estancias frecuentes en esta ciudad le permiten mantener el contacto con su mundo artístico y cultural. En 1978 sigue un curso de pintura al fresco en la Escuela Internacional de Pintura Mural de Sant Cugat del Vallès. Sus viajes y estancias en el Empordà, Castilla, el Maestrazgo, Asturias, las Alpujarras y en Inglaterra, Italia, Holanda, Noruega, Checoslovaquia, Rusia, América, China, Tailandia, Turquía y Marruecos, marcarán su obra posterior. Desde 1974, año en que presenta su primera exposición individual, ha expuesto constantemente tanto de forma individual como en muestras colectivas, en nuestra casa y en el extranjero.
CONSTANTE VOLUNTAD DE PROGRESO EN LOS PAISAJES DE BENET SARSANEDAS
por Josep M. Cadena
En los paisajes de Benet Sarsanedas (Rupit, 1942) hay un deseo de encuentro con la Naturaleza, entendida ésta como una permanente afirmación de la existencia. Las obras describen la forma externa de los elementos naturales a la vez que captan sus instantes internos de pleno crecimiento vital. El pintor, cazador de ojo vivo con talante paciente para mejor acertar las becadas cuando levantan el errático vuelo, vierte sus conocimientos de hombre del campo en la realización de unas pinturas que extraen de la realidad que nos rodea una exigencia de mejor futuro. Buen conocedor de la tierra, que quiere representar en toda su magnificencia, entiende el cielo como una aspiración lumínica a la que hay que llegar no como una meta que una vez alcanzada resulta el final de todo, sino como un nuevo comienzo en la lucha por la perfección.
Amante de la geografía catalana, también estima las regiones europeas, y la presente exposición es el testimonio pictórico de un viaje que comienza en su villa natal, pasa, entre otros lugares, por la Vilella Baixa, el Cap de Creus y Salamanca, y, ya fuera de la península, llega hasta la italiana Chioggia y la noruega Alesund. El agua que hermana la tierra está muy presente, casi siempre al lado de unas casas en comunión con el entorno que a menudo rodean un campanario de iglesia que apunta más allá de las nubes. En la muestra, que el artista ha titulado Norte-Sur, la diversidad de los dos hemisferios presenta el nexo común de unos mismos anhelos humanos que nos igualan partes y que deberían ser motivo de entendimiento y concordia.
Benet Sarsanedas transforma la llama de ideales que arde en su interior en paleta de colores que crea obras que impulsan hacia la universalidad. El autor, de ánimo inquieto, nos transmite sus certezas y sus dudas, y nos invita, mediante unos cuadros que recogen la belleza, a avanzar en compañía pero en silencio por el camino de la superación de la materialidad que lleva a el logro de la espiritualidad.
PERMANENTE VITALIDAD EN LA OBRA DE BENET SARSANEDAS
por Josep M. Cadena
La pintura de Benet Sarsanedas es aérea. En sus cuadros, siempre centrados en la representación de la belleza tangible, encuentro el aliento del viento que pasa, que mueve rítmicamente la hierba del campo y las aguas del mar para que todo sean olas; la ligera brisa que hace sonar las hojas de los árboles y estimula la mirada cuando vamos por el bosque y un rayo de sol nos calienta los pensamientos; e incluso el viento que, situados en lo alto de una cima, nos permite sentirnos arriesgados viajeros por el amplio espacio interior aún por descubrir. Y aunque no soy nada amigo de excursiones y desconozco los placeres de la caza -en cambio él es hombre de piernas ligeras y de amplios conocimientos sobre cómo levanta el vuelo la becada-, siempre que veo su obra, sea de su Collsacabra o de tierras lejanas, pienso en los placeres que da la Naturaleza cuando el acaricias con ojos amorosos y te libres a ella como la representación, dentro de sus grandes espacios, de lo que es el espíritu de la existencia.
Nacido en Rupit, pueblo encantado y encantador, Benet Sarsanedas practicó en sus primeros años el oficio de carpintero, que le vino por tradición familiar. Entonces demostró que era persona hábil con las manos y ágil con la mente. También fue unos años seminarista en Vic y abrió su mente a la cultura, que no es tanto saber muchas cosas sueltas, sino acertar a ligar para pensar con propiedad sobre todo lo que pasa alrededor. Y ya de pequeño fue pícaro, virtud humana -es virtud y no defecto- que siempre le ha acompañado para saber captar el sentido de la materia. Ésta, sin la fuerza vital que lo anima no sería nada y él, ya pintor, desde hace décadas sabe adentrarse en ella para encontrarle una serie de gracias dinámicas vez que mutantes.
Muy personal en su manera de pintar, Benet Sarsanedas nos llega a todos como un hecho propio y bien natural, como si nos saliera de dentro cuando en realidad nos llega de fuera. Es decir, el artista es él, pero actúa de manera que todos nos sentimos protagonistas de lo que nos cuenta con la vitalidad de sus formas, vistas a través de los colores. En ningún caso quiere impresionarnos con la bien trabajada sencillez con que se cuenta, pero de inmediato nos hace suyos cuando despierta nuestros sentimientos con el que él, antes, ha ido experimentando. Personalmente creo que va dejando, generoso y vital como es, parte de él mismo en cada cuadro que hace. Una parte a la que no le pone tamaño y que revive cuando, como ahora, nos la ofrece en cada una de las obras de esta exposición.