Inauguración de Borrell (24 septiembre 2010)

En un otoño que se estrena perezosamente, la exposición de Borrell ha encontrado una cálida acogida en la Sala Rusiñol. La pintura de Jaume Borrell imprime un particular encanto a las casas viejas de pueblos que, aparentemente, sólo tuvieron vida antaño. El espíritu abierto y alegre de este pintor ha ingeniado puertas abiertas, persianas levantadas, balcones con ropa tendida, macetas de flores… para contagiar «La belleza de lo que es viejo».

Es la hora de los «4 apuntes de… Borrell», que nos descubrirán rápidamente su perfil más cercano. Desde ese aparte más reservado (previo a la inauguración), el pintor nos ha dicho que «el arte -particularmente, la pintura- es la forma más auténtica de expresión. Incluso escribiendo te puedes engañar, pero pintando es muy difícil». [Imagen cedida por Foto Video Quim]

Según Josep Mª Cadena los cuadros de Borrell tienen un significado más allá de las fachadas pintadas: «Él sabe describir una serie de lugares que no son sólo las casas, sino también las personas». Portones abiertos, ropa -de distintos colores- en los balcones, paredes maceradas por el tiempo, flores…, «todo eso es muy nuestro y sentimos en ello una complicidad: «Yo, espiritualmente, idealmente, ya estoy viviendo ahí, porque esta casa me representa»».

Las palabras de Borrell todavía pusieron en escena más entresijos de su obra, que aparentemente no son, pero sí son. Uno de ellos fue el de los números de las casas: «En el 99% de los casos los pongo porque los tienen; si no, los pongo también, porque dan identidad». ¿Las puertas? ¿Abiertas o cerradas? «Es relativo. En muchos casos están abiertas. En los pueblos todavía hay puertas abiertas».