Empieza la inauguración de la exposición de Joan Capella con unas palabras de recuerdo y admiración que Ignasi Cabanas dedica al artista. El director de la Sala Rusiñol no quiso dejar de destacar que estas piezas son como un tesoro y que son fruto del trabajo honesto de un artista que ya no está entre nosotros, motivo por el cual tenemos que mirarlas con reverencia. También explicó a los presentes que la exposición de Navidad, que es la que ahora se presenta, y la del Aniversario, en el mes de mayo, son los dos actos más importantes de la temporada de exposiciones de la Sala Rusiñol.
Los cuadros que se presentan en la Sala Rusiñol representan diversas épocas de la trayectoria del artista y dejan patente la capacidad de ver con ojos nuevos las situaciones de siempre, explicó Josep M. Cadena. Capella fue un hombre muy vinculado a su ciudad, Montcada y Reixac. A pesar de que pintaba aquello que tenía a su alrededor, era capaz de imprimir su sentido personal. Vemos en sus cuadros la maestría del cubismo pero desde su visión de pintor de verdad porque reproduce las cosas con aquello que él siente de forma que su espíritu es más importante que la materialización de las cosas y, sin quererlo, fue maestro, creó una escuela dónde una serie de gente encontró un guía. “Caminó en silencio pero con tozudez”.
Àlex Mitrani, autor del libro “Joan Capella (1927-2005), la modernidad cercana” explicó que Joan Capella, en una época de precariedad moral como la que él vivió, reivindicó el derecho a la belleza. También destacó como valores importantes la domesticidad de sus obras, ya que pintaba básicamente en casa, en el estudio, rincones de Montcada… así como el hecho de que miraba hacia París pero con un matiz personal. “La elegancia y el refinamiento formal de Capella le sitúan a la altura de los mejores pintores”.
Finalmente Ignasi Cabanas animó a Mariana Draper a hablar de la vertiente más personal. Ella recordó que en el año 1985 su padre conoció a Joan Capella y enseguida le dijo: “¡Tenemos un pintor nuevo!”. Joan era un buen pintor y una persona excepcional. Nos explicó que las inauguraciones en Barcelona eran apoteósicas porque todos sus conocidos le acompañaban. “Era una persona muy solidaria y de gran humildad”. También hizo referencia a las numerosas conversaciones que mantuvieron entorno a los grandes pintores. Él considerba París como la tierra de los grandes artistas y anhelaba exponer, cosa que finalmente consiguió y le llenó de alegría.
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