BARCELONA, 1926-2002 Casaus

Las figuras de Jesús Casaus son siempre armoniosas y disponen de una belleza externa que nace del pleno dominio de los sentidos.

Casaus alternó las escenas portuarias con los desnudos femeninos, así como trató diversidad de temas con originalidad y apasionado sentido.

BIOGRAFÍA

Comenzó sus estudios de arte en la Academia Baixas de Barcelona. Más tarde continuó trabajando en el estudio del pintor Joan Serra. Estudió dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona con el maestro Lluís Muntané. Realizó su primera exposición en 1953, en la galería Otto Schimdlin, de Zurich (Suiza). Después de esta exposición se trasladó a París donde vivió el desarrollo artístico de los años cincuenta y fue seducido por los «fauves» de la época. Entonces sus obras impresionistas ya habían sido expuestas en diversas ciudades de Europa y América del Sur, así como en Estados Unidos. Los temas de Casaus son fundamentalmente las marinas y los grandes puertos de Europa. También pintó escenas taurinas, figuras y paisajes. Tampoco podemos olvidar que fue un importante muralista.

Galardonado con importantes premios, destacamos, el Premio Internacional de Pintura «grosero de Oro», de Venecia (Italia) y el I Premio de Pintura y de Dibujo del Real Círculo Artístico de Barcelona. Fue por antonomasia el pintor de Cudillero, lugar que eligió para vivir, pintar y reposar eternamente y donde en 1988 fue homenajeado con la Amuravela de Oro. Su obra figura tanto en museos e instituciones como espacios públicos y colecciones particulares.

EXCELENTE REENCUENTRO CON LA VITALIDAD DE JESÚS CASAUS

por Josep M. Cadena

El tiempo pasado a veces vuelve y es bueno que lo haga en determinadas circunstancias. Especialmente cuando nos permite recapitular y reflexionar sobre experiencias positivas que considerábamos pasadas. Para mí es lo que ahora ocurre con esta exposición, hija del interés filial y de la sensibilidad de los galeristas, que recuerda parte de la obra de Jesús Casaus (Barcelona, ​​1.926 a 2.002).

Recuerdo Casaus por su exaltación del color. A finales de los años ochenta y mediados de los noventa había visto varias exposiciones suyas en Barcelona y, llegado el 2000, participé con Francesc Galí, junto con Joan Iriarte como fotógrafo (magnífico en su aproximación psicológica a los personajes) en un libro titulado sencillamente pintores, que esta Sala Rusiñol editó en honor de veintidós siete artistas. Él era uno de los que figuraban con plenitud de méritos, pues por excelencia era pintor. Lo demostraba continuamente con sus obras y también con la manera personal como lo vivía. Recuerdo algunos encuentros con él -la última, casual, en Madrid, en la sala donde él exponía ya la que yo entré por azar- y siempre, aunque las últimas veces ya no se encontraba bastante bien y la enfermedad la iba corroído , que los ojos se le encendían de júbilo y con las manos hacía el gesto de acariciar suavemente las figuras femeninas que él había pintado y ante las que nos encontrábamos.

La pasión que sentía Jesús Casaus por la pintura como una manera de hacer y de vivir le venía de lejos. De muy jovencito, apenas terminada la guerra civil española, había ido a la Academia Baixas y después fue discípulo del gran Joan Serra, otro apasionado, que le transmitió mucho de lo que él estimaba y sabía explicar. También recibió lecciones del maestro Lluís Muntané y 1949 realizó su primera exposición individual en las galerías Syra, en el Paseo de Gracia, casi esquina con la calle Aragón, que en aquel tiempo eran garantía de voluntad de recuperación de afanes creativos dentro de una Barcelona más bien aburrida. Y detrás vinieron una serie de muestras que le servían para ir avanzando en su búsqueda expresiva. La fuerza del color de Marquet y las experiencias fauves que contempló directamente en una estancia en París, le permitieron encontrarse dentro de un cromatismo cada vez más exaltado y que le abrió el camino para ser reclamada su obra desde diversas partes de Europa y América, así como para obtener varios premios.

Casaus alternó las escenas portuarias con los desnudos femeninos, así como trató diversidad de temas con originalidad y apasionado sentido por la participación de las formas en el conjunto de la vida que él tanto amaba.

Como el año 2000 escribí de él en un libro titulado Figuras, que fue editado en Girona por el promotor Vicente Coromina -lo recuerdo porque el pintor ya había hecho gran parte de su obra y el momento era propicio para recapitular y establecer un presente que ha quedado fijado en los cuadros- las figuras de Jesús Casaus son siempre armoniosas y disponen de una belleza externa que nace del pleno dominio de los sentidos.

El pintor es persona siempre dispuesta a disfrutar del gozo del momento, pero también sabe dónde debe detenerse para nunca perder el equilibrio interno. Sus figuras femeninas lo representan más de lo que él cree, pues suelen ser mujeres que han conseguido dar continuidad a los años hermosos de la juventud mediante la euritmia. Son arquetipos que el artista sabe encontrar entre las mujeres que ve y que le sirven para expresar su permanente deseo de juventud espiritual.

En aquel momento, cuando escribía el precedente párrafo, tenía ante mí la reproducción en color de un cuadro de Jesús Casaus en que era representado un trío de floristas con ramos en las manos, rodeado de un conjunto de flores. Por un lado, las flores de la parada al aire libre de una plaza ciudadana de un país europeo -Ignoro dónde estaba, pero podía ser Holanda por la arquitectura de las casas situadas al fondo- reproducían una realidad huidiza que había plasmar, pero por otra parte incidía con profundidad en la voluntad humana (aquellas tres mujeres decididas a conservar la alegría que para ellas y para todos los demás da la rítmica conservación de la belleza) de mantener a través de las formas los principios que justifican la diaria acción. Y lo mismo pensamiento se encuentra en varios cuadros de la presente exposición.

Jesús Casaus era una persona extrovertida, siempre dispuesta a reír con todo el que encontraba a su paso de hombre inquieto y con predisposición a ir de un lugar a otro para situarse ante nuevos escenarios que pintar. Así, al menos, lo hacía ver y lo cumplía los ojos de los demás. Pero pienso que era mucho más reflexivo de lo que parecía. Tenía la apariencia de inquieto, pero sabía profundizar con sus miradas, tanto en sus largas sesiones como pintor como en los momentos de recreo. Por eso su obra tenía valores plásticos inmediatos y un sentido de pervivencia que queda patente con esta exposición.

Obras disponibles

AMARILLOS

Óleo/tela 73×92 cm

BARCAS EN CUDILLERO. ASTURIES

Óleo/tela 90×80 cm

CADAQUÉS

Óleo/tela 80×80 cm

TRENZA Y JARRÓN

Óleo/tela 73×60 cm