BARCELONA, 1954 Curell
Sus valores plásticos nacen de
la firme voluntad de comunicar sensaciones propias como una manera de reunir
voluntades, de hacer en compañía el camino hacia la perfección de la luz.
Creadora de atmósferas mediterráneas de gran sutileza cromática e infinita serenidad.
CREATIVIDAD SIEMPRE CRECIENTE EN LA OBRA DE DOLORS CURELL
por Josep M. Cadena
Tengo que declarar que siento una especial satisfacción por la oportunidad que tengo de poder volver a presentar en esta Sala Rusiñol una exposición de Dolores Curell. En junio de 2014 -ha pasado todo un lustro de aquel lujo, si me permiten el juego de palabras- me encargué por primera vez, y hace pocos días, al saber el nombre de la artista que ahora toca en la galería santcugatense, al instante recordé la especial luz de sus paisajes marítimos, casi siempre vistos desde aéreas panorámicas, emotivamente observados, mirando hacia la playa desde la azul inmensidad de las aguas.
A esta primera satisfacción provocada por el buen recuerdo que me afloraba desde el pasado, debo añadir ahora el placer, compartido por todos aquellos que seguimos esta pintora que tan bien sabe describir la Naturaleza desde la emoción, de conocer su obra más reciente. La autora no ha cerrado de ninguna manera lo que podría haber sido una etapa dentro de su trayectoria creativa, sino que se ha entregado más de lleno en la misma, y ha conseguido avanzar más en la representación de las vastedades celestes y marítimas en medio de las cuales la presencia humana aparece insignificante y, sobre todo precaria, a expensas de que una repentina ola pueda tragarse la pequeña embarcación o de que un golpe de viento arranque los parasoles bajo los que se adivinan unos confiados veraneantes.
Los lienzos de Dolores Curell capturan las bellezas naturales -los cielos en los que la luz se abre paso a través de las nubes, las diferentes tonalidades de las aguas que dejan ver el verde de la vegetación acuática y el dorado de la arena, las gamas marrones de los campos de cultivo …- y a la vez reflexionan sobre la magnitud del universo en el que tienen lugar nuestras fugaces vidas.
Las escenas captadas por el artista nos invitan a disfrutar de los placeres del mundo, a yacer en una playa recibiendo la caricia del sol o deslizarse por el mar en un barco de recreo. Pero también nos recuerdan que nos movemos sobre unos misterios tan insondables como las fosas marinas y que siempre es bueno levantar la vista hacia el cielo de la trascendencia. Y estas lecciones nos llegan mediante unos cuadros dominados por la excelencia estética.
EL ACIERTO DE DOLORES CURELL EN CAPTAR LA LUZ DE LOS PAISAJES
por Josep M. Cadena
Según nos cuentan los científicos, esta masa de agua salada que llamamos mar cubre el 71 por ciento de la superficie de la Tierra. Su inmensidad es, pues, enorme, y podría abrumarnos. Situados, pero, ante los cuadros de Dolores Curell, que nos describen este tamaño desde la óptica artística de su autora, los sentimientos que nacen en nosotros son de autosuperación y de impulso a no desfallecer en la lucha que la ser humano debe mantener permanentemente para imponer el espíritu a las limitaciones de la materia.
Recuerdo que en el mes de junio de 2009 -ahora se cumplen cinco años- presenté a la pintora en esta misma sala Rusiñol, y me fue factible compartir con los seguidores de su arte, y con los que por primera vez se enfrentaban a los sus trabajos, las impresiones indiscutiblemente positivas que emergen de las obras de Dolores Curell.
Y ahora, de nuevo, llegados al final de la temporada artística, encuentro que la dirección de la galería ha acertado de lleno en organizar esta nueva exposición, la cual no es de clausura, sino de invitación a aprovechar las vacaciones y el descanso de el verano que llega para coger nuevas fuerzas de cara a una nueva temporada, la que debe ser como la llegada a puerto, en la tierra de promisión que el artista, situada anímicamente a la línea del horizonte que otros ven lejano, emplaza a los núcleos de civilización que describe el fondo de sus obras y que nos anima a alcanzar.
Mar y cielo, luna llena, azules activos y barcas vistas desde el aire, playas y ciudades que se expanden, son los elementos que la pintora nos ofrece con intensidad de mensaje dentro de la aparente sencillez de expresión. Trata de temas conocidos por todos nosotros, pero siempre lo hace con acentos de novedad.
Nos descubre con el que pinta lo que ya pretendíamos saber, y consigue decir cosas nuevas que creemos en nuestro interior a modo de flores llenas de luz y de color. Paisajes y luz es el título de esta muestra de Dolores Curell los contenidos responden plenamente al enunciado. Los paisajes son con fuerza, y esto es gracias a la luz que en ellos ha captado la pintora
LOS AMPLIOS HORIZONTES DE DOLORES CURELL
por Josep M. Cadena
Mirar hacia el horizonte es, anímicamente hablando, buscar el más allá, aunque desde la raíz griega de la palabra, sea delimitar con la mirada lo que se encuentra al alcance de la vista humana para, por ejemplo , tener la seguridad de que nada debe sorprendernos. El vigía vigila, pero el artista desea ir más allá de lo que contempla. Y eso es lo que hace Dolores Curell con sus cuadros de amplia panorámica. Con su aguzada sensibilidad de pintora se abre al paisaje, tanto en sus visiones marítimas como en los campos de tierra adentro como el azul del cielo y el azul del agua, así como el gris de las nubes y el verde de los prados se unen gracias al fuerte vínculo que crea la sutil línea del pensamiento que es el horizonte.
En la pintura de Dolores Curell nos encontramos todos los que una vez u otra, situados en lo alto de un promontorio, hemos mirado hacia una playa en la que por la tarde rompen de manera suave olas, o cuando desde mar y ya de noche, la nave en que íbamos buscaba el puerto seguro bajo la luna llena. Son sensaciones estas que nos vuelven a la memoria gracias a la plástica del artista, que desde sus propias maneras de sentir sabe conectar con las situaciones vividas por otros y darle una significación más amplia porque consigue que la belleza de unos instantes se perpetúe y nos haga entender que, a pesar de ser cada uno de nosotros como la pequeña vela latina que hay dentro de la inmensidad que plasma en uno de los cuadros de los que ya he hablado, nuestro objetivo es trascendente y hacia ella debemos ir con la voluntad de ser cada vez espiritualmente mejores.
Obra generosamente colectiva, en el sentido de que sin dejar nunca de ser muy personal resulta participativa, que integra y hace disfrutar de su estética – y de su ética- aquellos que la observan. Sus valores plásticos nacen de la firme voluntad de comunicar sensaciones propias como una manera de reunir voluntades, de hacer en compañía el camino hacia la perfección de la luz. Transmite acción, pero con la tranquilidad que da el saber hacia dónde va.