BARCELONA, 1952 Domènech i Sánchez

Las formas que emergen de los cuadros de Domènech i Sánchez están empapadas de las caricias con que las ha obsequiado al pintor.
Describe estados anímicos que interesan y con los que podemos conectar con facilidad.
BIOGRAFÍA
Empezó su trayectoria de exposiciones en 1985. A partir de ese momento su obra ha sido exhibida en las principales ciudades de nuestro país así como en Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y México. También cabe destacar su participación en exposiciones colectivas y en concursos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Ganador de prestigiosos premios de pintura, también encontramos obra suya a museos como el Museo del FC Barcelona, el Museo Olímpico de Lausana o la Fundación Farrés Planella, entre otros. Sus obras son fruto de una investigación de los materiales que emplea y, especialmente, de la plasmación de una sensibilidad hacia el entorno de los sentimientos y estados anímicos que él o la modelo proyecta y que traslada a la tela.
Nos encontramos ante un artista con una técnica propia. Un artista que pinta a base de sacar el empaste matérico. Como el escultor que descubre la imagen inmersa dentro del bloque de piedra, él hace surgir la figura desde el magma inerte de la pintura que sacando con disolvente de esencia de trementina empapada en paños de algodón, que le sirven como papel de vidrio que desgasta la superficie haciendo aparecer manchas que incitan la imaginación.
MATERIA Y ESPÍRITU EN DOMÈNECH Y SÁNCHEZ
por Josep M. Cadena
El pintor Josep Domènech y Sánchez vuelve a exponer en la sala Rusiñol de Sant Cugat, y lo celebro enormemente junto con sus muchos seguidores santcugatenses. Personalmente tengo noticia del artista desde octubre de 1988, cuando vi una muestra suya en la desaparecida sala Gaudí; después lo seguí como crítico de arte en su paso por De Caso, Kreisler, Atelier, Valentín y Reales Atarazanas, con respecto a la ciudad de Barcelona. Y en relación a la Sala Rusiñol, la he acompañado con las mis textos a finales de noviembre de 2010 ya comienzos de octubre de 2014. Y aunque estos datos no agotan las veces que me he relacionado con las telas del pintor, creo que son suficientes para acreditar mi conocimiento de las mismas y afirmar con cimentación que, tanto para mí como para los amigos del centro de las artes plásticas que dirigen Ignacio y Victoria Cabanas, es un verdadero gozo encontrarse de nuevo con una obra tan sensible, emocionalmente auténtica y entregada a transmitir la belleza interior de los sentimientos humanos.
Domènech y Sánchez es una persona honesta que explica la realidad que le rodea, la cual emerge de una neblina que es el misterio de la existencia. La figura femenina es para él el eje central de la inspiración, ya que cree en la mujer -esposa, madre, hija …- como expresión máxima de la creación y la sensibilidad humanas. Pero también atraen su atención las frutas sabrosas del placer, el paso del tiempo que lo cambia todo continuamente, los pensamientos que despegan como pájaros, las barcas que son promesas de viajes, el juego que se desarrolla en el tablero de la vida, la ceguera que padecemos respecto a tantas cosas, el reflejo de las personas en el espejo que confundimos tanto a menudo con las personas mismas, el deseo de justicia simbolizado en una balanza, la búsqueda del refugio de un hogar amueblada, las partituras musicales que aportan orden al sentimiento …
Artista galardonado con diferentes premios desde sus inicios, Domènech y Sánchez pronto escogió la difícil vía de ser plenamente sincero en sus expresiones plásticas. El pintor busca dar a conocer la manifestación de la vida y el hecho espiritual que la acompaña, y lo consigue plenamente con unos cuadros de una fuerza sobrecogedora
LA PERMANENCIA DE LA BELLEZA INTERNA EN LA OBRA DE DOMÈNECH Y SÁNCHEZ
oer Josep M. Cadena
La pintura de Josep Domènech y Sánchez (Barcelona, 1952) tiene la fuerza de lo que no se puede medir o pesar, pero que existe y que se echa de menos cuando se deja de contemplar. Él, que es pintor de frases, no tanto para que las diga sino porque las piensa mucho y las pule al máximo para que queden como definitivas que son, a veces en pronuncia una que dice más o menos así: La fuerza de la arte es que no sirve para nada, esta es la gran fuerza. Y aún añade: Ni una palabra de más, ni un pensamiento de menos. Y también se plantea: ¿Y si un trozo de madera descubre que es un violín ?. Interesante pregunta que nos ayuda a introinspeccionar seleccionados para conocer si la madera de la que estamos hechos esconde alguna melodía o una nota siquiera que sea tan pura y auténtica que por ella misma justifique toda nuestra existencia.
Domènech y Sánchez está convencido de la magia del número trece -hace unos meses presentó un libro titulado Interiores dos mil 13-, pues no en vano nació en la calle Picalquers número 13 de Barcelona, un 31 de marzo -13 al revés- del 1952 -52 son cuatro veces 13-, pero no por eso es supersticioso. Él, trabajador nato de la pintura, cree en la poesía, el amor, la amistad y la entrega costando al trabajo que no impide apreciar la vibración del aire cuando pasa una de las pocas golondrinas que nos quedan o contemplar la arena situada cerca del mar que absorbe con serenidad el beso de una suave ola.
Y aunque no deja nada al azar, se encuentra abierto a las posibilidades de una maternidad o de las tres gracias y seguiría a ojos cerrados a una mujer con una venda en los ojos que es la Justicia, equilibrada y consciente, que quisiéramos para todos sin ningún tipo de excepción, y que tal vez lograremos el día que entendamos que -otra frase suya- nadie se nos subirá encima si no ponemos la espalda.
Las formas que emergen de los cuadros de Domingo y Sánchez -especialmente las figuras femeninas, pero también los muebles de maderas armónicas y nobles que sostienen platos vacíos en apariencia pero llenos de sentido- están empapadas de las caricias con que las ha obsequiado al pintor. Este tiene una especial sensibilidad anímica, que manifiesta en las yemas de los dedos y que sabe transmitir a todos los que vemos sus creaciones. Participa en ellas y nos hace participar de una manera continuada y absorbente, con ritmos bien equilibrados en sus cambios de intensidades, que hacen que cada obra crezca por dentro y se mantenga fresca y nueva, joven y activa, sin que pase el tiempo para ella.
JOSEP DOMÈNECH Y LA PROXIMIDAD AFECTIVA DE SUS AMBIENTES
por Josep M. Cadena
Josep Domènech (Barcelona, 1952) sabe meterse dentro de la materia de las cosas que nos rodean -en especial los muebles del hogar- para darles vida. No movilidad, sino sentimiento, presencia, sentido de saber estar en un lugar y que éste sea el que corresponde. Proyecta en ellos su personalidad de artista que se estima el entorno y hace que ésta resulte colectiva.
Hace años que sigo con constante interés su obra y puedo decir que, fiel a las constantes de su pensamiento, constantemente se renueva. Es como un espejo que recoge y hace suyas las imágenes que pasan, como la superficie de una mesa por la que se desplaza, lento y solemne, un hilo de sol exterior, que ha dejado pasar el ojo hueco de una persiana, como la cómoda con una bandeja de frutas arriba de la repisa, que nos sugiere todo tipo de misterios por descubrir en los tiradores dorados de sus cajones con elegantes curvas como de olas. Sabe descubrir misterios en lo que, en principio, es natural dentro del día a día de un piso normal, de una casa por la que van y vienen personas que habitualmente no vemos, pero que están ahí.
Esta capacidad de Domènech y Sánchez para entender la magia de los ambientes creados con objetos, señala siempre objetivos humanos. El pintor piensa en nosotros cuando realiza sus obras. Lo hace de una manera general y siempre innominada, ya que las singularitzacions son por el círculo familiar más íntimo, pero nunca deja de sentirse próximamente cordial hacia el prójimo. Solitario por oficio -Pintar es abstraerse de todo lo que le rodea, excepto lo que se desea captar con la máxima potencia posible-, experimenta en su interior una intensa voluntad participativa y quiere comunicarla. Por eso sus cuadros, tan serenos y en apariencia tan lejanos, nos llaman y nos ofrecen, generosos, su compañía. Mirada una vez, la obra pictórica de Josep Domènech se hace remirar y pide, sin ninguna exigencia por parte de su autor, una especial atención por lo que interiormente explica. Describe estados anímicos que interesan y con los que podemos conectar con facilidad. Habla, pero también escucha y, con sutileza, ayuda a aclarar conceptos y en que cada uno que la contempla se encuentre consigo mismo.