BARCELONA, 1952 Domènech i Sánchez

Las formas que emergen de los cuadros de Domènech i Sánchez están empapadas de las caricias con que las ha obsequiado al pintor.

Describe estados anímicos que interesan y con los que podemos conectar con facilidad.

BIOGRAFÍA

Empezó su trayectoria de exposiciones en 1974. A partir de ese momento su obra ha sido exhibida en las principales ciudades de nuestro país así como en Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y México. También cabe destacar su participación en exposiciones colectivas y en concursos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Ganador de prestigiosos premios de pintura, también encontramos obra suya a museos como el Museo del FC Barcelona, ​​el Museo Olímpico de Lausana o la Fundación Farrés Planella, entre otros. Sus obras son fruto de una investigación de los materiales que emplea y, especialmente, de la plasmación de una sensibilidad hacia el entorno de los sentimientos y estados anímicos que él o la modelo proyecta y que traslada a la tela.

Nos encontramos ante un artista con una técnica propia. Un artista que pinta a base de sacar el empaste matérico. Como el escultor que descubre la imagen inmersa dentro del bloque de piedra, él hace surgir la figura desde el magma inerte de la pintura que sacando con disolvente de esencia de trementina empapada en paños de algodón, que le sirven como papel de vidrio que desgasta la superficie haciendo aparecer manchas que incitan la imaginación.

LA PINTURA DE JOSEP DOMÈNECH: EL SILENCIO Y LAS SOMBRAS

por Carles Cervelló

Buenas tardes, en primer lugar, agradecer a Josep que me haya hecho la confianza de poder decir unas palabras en la inauguración de su exposición, esperando que no tenga que arrepentirse demasiado. En segundo lugar, decir que yo no soy crítico de arte y, por tanto, mis palabras serán la expresión de una visión personal de su obra que, eso sí, me complace compartir con todos ustedes. Y como tercer punto previo, confieso que todo lo que diré parte de un “josepdoménechismo” absoluto, lleno de admiración y que, por tanto, poca objetividad se encontrará. Si me lo permiten, no voy a hablar de la persona del pintor ni de su trayectoria, que pueden consultar si no lo conocen y para lo cual yo no soy necesario.

He titulado mi intervención con este lema: La pintura de Josep Domènech, el silencio y las sombras y trataré, de forma breve, explicar por qué. Y lo haré poniéndolo en relación a la literatura, porque veo muchos paralelismos que, además, hemos compartido con José en algunas ocasiones.

Quisiera citar en ese momento unas palabras del escritor egipcio Edmond Jabès:

«Escribir es lo contrario de imaginar, es escuchar el silencio».

Vivimos en unos tiempos en los que el silencio no está de moda. En los campos de fútbol, ​​por ejemplo, los minutos de silencio no van más allá de los treinta segundos y encima ponen música para que la gente no se ponga demasiado nerviosa. Necesitamos sonidos, ruidos, palabras, para que nuestra mente no pueda experimentar lo que podríamos llamar “la voz interior”, no confiamos en nosotros, nos da miedo, y necesitamos algo de fuera que nos saque del callejón sin salida. En pintura también ocurre. A menudo podemos experimentar, por ejemplo en un museo, cómo alguien se coloca delante de un cuadro y, sobre todo si es abstracto, se va acercando poco a poco hasta poder leer su plaquita de al lado. Entonces respira aliviado. Ah, es un Picasso, esto significa que es bueno, y se va del todo satisfecho, orgulloso de su buen gusto. Sin embargo, el arte, el arte de verdad, como el de Josep Domènech, no nos pide esto. Nos pide, he aquí la paradoja, que ante la obra nos quedamos en silencio, que no leemos nada, que no escuchamos ninguna audioguía. Quedar quietos delante de la obra y que ella nos hable, pero desde dentro. Si somos capaces de hacer este ejercicio, no quedaremos indiferentes ni deberemos acercarnos para ver el nombre del autor o el título de la obra. Esto no quiere decir que no nos formemos en el gusto y el criterio, está claro que no, aprender cosas siempre nos ayudará a que esta voz interior resuene más clara. Pero, sin embargo, la obra nos revela por sí misma el misterio que esconde, da igual si se trata de una maternidad, el rostro de una mujer, un piano, un paisaje o la fachada de un edificio. Poco a poco veremos cómo los conceptos aprendidos se van difuminando y nos queda el impacto desnudo, potente y definitivo de encontrarnos ante una obra de arte. Ésta es la sensación que yo experimenté la primera vez que entré en el estudio de Josep. Me enseñó un cuadro y los ojos se me humedecieron. Ni él me dijo nada ni yo fui capaz de articular palabra. Me encontraba ante la belleza y, sin lugar a dudas, el silencio es el mejor acompañante en momentos como éste. Ni que decir tiene nada, la mente, el corazón, todos los sentidos ya hablan por nosotros.

Pero también el artista necesita del silencio, hay que escucharle para descubrir qué se esconde sobre una tela, papel o partitura en blanco. No me gusta demasiado, hablando de un artista, la palabra “creador”, prefiero la de “transmisor”. El artista es un tornavoz, un emisario de lo más valioso para una sociedad, la búsqueda de la felicidad a través, en este caso, de mostrar la belleza, de ayudarnos, a través de la obra , a conocernos un poco más y convertirnos en mejores personas. Me atrevería a decir que José no pinta, sino que descubre, va visible lo que nos está escondido en la mayoría de mortales. Ciertamente, Josep Domènech sabe escuchar el silencio y regalarnos, de esta forma, una música maravillosa.

Continúo ahora con otra cita para hablar de las sombras. En este caso, de un autor que José conoce muy bien, el escritor japonés Junichiro Tanizaki. En su libro “Elogio de la sombra” escribe estas palabras, que cito en castellano de la edición que tengo en casa:

“Lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo en sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforescente colocada en la oscuridad emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual modo la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra”.

Con las sombras nos ocurre parecido como nos pasa con el silencio. No acabamos de fiarnos. A veces, queremos ser seres tan racionales que si no podemos ver (o escuchar), si alguno de nuestros sentidos nos falla, perdemos la confianza en nosotros mismos y, como en los estadios de fútbol, ​​empezamos a ponernos nerviosos. Todo el mundo se capaz de pasear por un bosque a las 12 del mediodía. A las 12 de la noche, ¡ay!, qué diferente es todo. El ruidito de una rama nos parece la huella de un oso feroz dispuesto a tragarnos. Pero fijémonos en que Tanizaki no nos habla de la oscuridad, sino de las sombras, sin ellas la belleza no puede aparecer. Ahora voy a decir algo que espero que Josep no se enfade, y que tiene que ver con lo que he dicho antes del artista como un “transmisor”. Me imagino a Josep trabajando en su estudio y delante de la tela, pintándola toda de negro y después, con sus trapos y su mirada especial, ir limpiando la superficie para descubrir la imagen que se esconde. . Mirando los cuadros de Josep, me da la impresión, ciertamente, de que los objetos aparecen, salen de una oscuridad previa, consiguen mostrarse a partir del contraste. No están puestos sobre el lienzo sino que quedaban escondidos hasta que la mano del artista nos los hace visibles. Éste es, en mi modesto entender, el territorio de las sombras, que no es el mismo que el de la oscuridad. Las sombras, como el silencio, y de nuevo utilizo la paradoja, nos hablan, nos muestran, mucho más que la luz cegadora o el ruido estridente.

No quisiera terminar mi intervención sin hacer una referencia al título de la exposición: «tiempo de disfrutar». Y quiero hacerlo centrándome sobre todo en la figura del artista. En la nuestra, la del público, la experiencia del disfrute, ante cualquiera de estos cuadros que se nos presenta, creo que es bastante evidente y cualquiera de ustedes, mucho mejor que yo, podríamos hablar de lo que sienten delante de un cuadro de Josep Domènech. Creo, y espero no equivocarme, que éste también es un tiempo de disfrute por el artista. Déjeme ser de nuevo crítico con el mundo que nos rodea: acostumbrados como estamos a que nos digan que todo lo que no puedas hacer antes de los veinte años ya es tiempo perdido, cuando vemos a jóvenes que todavía, como quien dice, no han salido del nido, hablar de la media trayectoria, de mi obra, de mi carrera, a uno se le empieza a poner la cabeza de todos los colores. Es necesario reivindicar la madurez, la sabiduría del paso del tiempo. Volviendo a la cultura japonesa, en las artes marciales existe un término que es SENSEI, que podemos traducir como “maestro”. Pero el sentido profundo de esta palabra no es “aquel que sabe más”, sino “aquel que lleva más tiempo”. El tiempo, como el silencio y las sombras, también es un buen indicador de la calidad de la obra que tenemos enfrente. José ha hecho un camino largo para llegar aquí. No es fácil porque los obstáculos, las incomprensiones o, no hay que olvidarlo ni menospreciarlo, la necesidad de ganarse la vida hacen que a veces el camino que uno quiere recorrer se llene de obstáculos y barreras. Pero José, como buen Sensei, nunca ha renunciado a caminar y ha tenido la paciencia necesaria, y el apoyo de la gente que le quiere, para luchar por lo que creía que debía ser su camino. Y, para disfrute de todos nosotros, lo ha logrado con creces.

Celebrémoslo pues, disfrutamos y para terminar, gracias por su paciencia al escucharme y gracias, José, por tu música y tu luz.

MATERIA Y ESPÍRITU EN DOMÈNECH Y SÁNCHEZ

por Josep M. Cadena

El pintor Josep Domènech y Sánchez vuelve a exponer en la sala Rusiñol de Sant Cugat, y lo celebro enormemente junto con sus muchos seguidores santcugatenses. Personalmente tengo noticia del artista desde octubre de 1988, cuando vi una muestra suya en la desaparecida sala Gaudí; después lo seguí como crítico de arte en su paso por De Caso, Kreisler, Atelier, Valentín y Reales Atarazanas, con respecto a la ciudad de Barcelona. Y en relación a la Sala Rusiñol, la he acompañado con las mis textos a finales de noviembre de 2010 ya comienzos de octubre de 2014. Y aunque estos datos no agotan las veces que me he relacionado con las telas del pintor, creo que son suficientes para acreditar mi conocimiento de las mismas y afirmar con cimentación que, tanto para mí como para los amigos del centro de las artes plásticas que dirigen Ignacio y Victoria Cabanas, es un verdadero gozo encontrarse de nuevo con una obra tan sensible, emocionalmente auténtica y entregada a transmitir la belleza interior de los sentimientos humanos.

Domènech y Sánchez es una persona honesta que explica la realidad que le rodea, la cual emerge de una neblina que es el misterio de la existencia. La figura femenina es para él el eje central de la inspiración, ya que cree en la mujer -esposa, madre, hija …- como expresión máxima de la creación y la sensibilidad humanas. Pero también atraen su atención las frutas sabrosas del placer, el paso del tiempo que lo cambia todo continuamente, los pensamientos que despegan como pájaros, las barcas que son promesas de viajes, el juego que se desarrolla en el tablero de la vida, la ceguera que padecemos respecto a tantas cosas, el reflejo de las personas en el espejo que confundimos tanto a menudo con las personas mismas, el deseo de justicia simbolizado en una balanza, la búsqueda del refugio de un hogar amueblada, las partituras musicales que aportan orden al sentimiento …

Artista galardonado con diferentes premios desde sus inicios, Domènech y Sánchez pronto escogió la difícil vía de ser plenamente sincero en sus expresiones plásticas. El pintor busca dar a conocer la manifestación de la vida y el hecho espiritual que la acompaña, y lo consigue plenamente con unos cuadros de una fuerza sobrecogedora

LA PERMANENCIA DE LA BELLEZA INTERNA EN LA OBRA DE DOMÈNECH Y SÁNCHEZ

oer Josep M. Cadena

La pintura de Josep Domènech y Sánchez (Barcelona, ​​1952) tiene la fuerza de lo que no se puede medir o pesar, pero que existe y que se echa de menos cuando se deja de contemplar. Él, que es pintor de frases, no tanto para que las diga sino porque las piensa mucho y las pule al máximo para que queden como definitivas que son, a veces en pronuncia una que dice más o menos así: La fuerza de la arte es que no sirve para nada, esta es la gran fuerza. Y aún añade: Ni una palabra de más, ni un pensamiento de menos. Y también se plantea: ¿Y si un trozo de madera descubre que es un violín ?. Interesante pregunta que nos ayuda a introinspeccionar seleccionados para conocer si la madera de la que estamos hechos esconde alguna melodía o una nota siquiera que sea tan pura y auténtica que por ella misma justifique toda nuestra existencia.

Domènech y Sánchez está convencido de la magia del número trece -hace unos meses presentó un libro titulado Interiores dos mil 13-, pues no en vano nació en la calle Picalquers número 13 de Barcelona, ​​un 31 de marzo -13 al revés- del 1952 -52 son cuatro veces 13-, pero no por eso es supersticioso. Él, trabajador nato de la pintura, cree en la poesía, el amor, la amistad y la entrega costando al trabajo que no impide apreciar la vibración del aire cuando pasa una de las pocas golondrinas que nos quedan o contemplar la arena situada cerca del mar que absorbe con serenidad el beso de una suave ola.

Y aunque no deja nada al azar, se encuentra abierto a las posibilidades de una maternidad o de las tres gracias y seguiría a ojos cerrados a una mujer con una venda en los ojos que es la Justicia, equilibrada y consciente, que quisiéramos para todos sin ningún tipo de excepción, y que tal vez lograremos el día que entendamos que -otra frase suya- nadie se nos subirá encima si no ponemos la espalda.

Las formas que emergen de los cuadros de Domingo y Sánchez -especialmente las figuras femeninas, pero también los muebles de maderas armónicas y nobles que sostienen platos vacíos en apariencia pero llenos de sentido- están empapadas de las caricias con que las ha obsequiado al pintor. Este tiene una especial sensibilidad anímica, que manifiesta en las yemas de los dedos y que sabe transmitir a todos los que vemos sus creaciones. Participa en ellas y nos hace participar de una manera continuada y absorbente, con ritmos bien equilibrados en sus cambios de intensidades, que hacen que cada obra crezca por dentro y se mantenga fresca y nueva, joven y activa, sin que pase el tiempo para ella.

JOSEP DOMÈNECH Y LA PROXIMIDAD AFECTIVA DE SUS AMBIENTES

por Josep M. Cadena

Josep Domènech (Barcelona, ​​1952) sabe meterse dentro de la materia de las cosas que nos rodean -en especial los muebles del hogar- para darles vida. No movilidad, sino sentimiento, presencia, sentido de saber estar en un lugar y que éste sea el que corresponde. Proyecta en ellos su personalidad de artista que se estima el entorno y hace que ésta resulte colectiva.

Hace años que sigo con constante interés su obra y puedo decir que, fiel a las constantes de su pensamiento, constantemente se renueva. Es como un espejo que recoge y hace suyas las imágenes que pasan, como la superficie de una mesa por la que se desplaza, lento y solemne, un hilo de sol exterior, que ha dejado pasar el ojo hueco de una persiana, como la cómoda con una bandeja de frutas arriba de la repisa, que nos sugiere todo tipo de misterios por descubrir en los tiradores dorados de sus cajones con elegantes curvas como de olas. Sabe descubrir misterios en lo que, en principio, es natural dentro del día a día de un piso normal, de una casa por la que van y vienen personas que habitualmente no vemos, pero que están ahí.

Esta capacidad de Domènech y Sánchez para entender la magia de los ambientes creados con objetos, señala siempre objetivos humanos. El pintor piensa en nosotros cuando realiza sus obras. Lo hace de una manera general y siempre innominada, ya que las singularitzacions son por el círculo familiar más íntimo, pero nunca deja de sentirse próximamente cordial hacia el prójimo. Solitario por oficio -Pintar es abstraerse de todo lo que le rodea, excepto lo que se desea captar con la máxima potencia posible-, experimenta en su interior una intensa voluntad participativa y quiere comunicarla. Por eso sus cuadros, tan serenos y en apariencia tan lejanos, nos llaman y nos ofrecen, generosos, su compañía. Mirada una vez, la obra pictórica de Josep Domènech se hace remirar y pide, sin ninguna exigencia por parte de su autor, una especial atención por lo que interiormente explica. Describe estados anímicos que interesan y con los que podemos conectar con facilidad. Habla, pero también escucha y, con sutileza, ayuda a aclarar conceptos y en que cada uno que la contempla se encuentre consigo mismo.

Exposiciones

DOMÈNECH I SÁNCHEZ

«TIEMPO DE DISFRUTAR»

DOMÈNECH I SÁNCHEZ

«SUEÑOS»

DOMÈNECH I SÁNCHEZ

«INTERIOR»

DOMÈNECH I SÁNCHEZ

«MEDITACIONES»