VILANOVA I LA GELTRÚ, 1965 Jordi Santacana
Trabaja casi toda su obra en plein air. Inquieto, inconformista y comprometido con la ecología.
La naturaleza es la temática principal de su obra, especialmente plantas y árboles, pero también trabaja temas urbanos, marinas y paisajes rurales.
JORDI SANTACANA Y EL IMPULSO DE LA VIDA
por Josep M. Cadena
La expresividad pictórica de Jordi Santacana (Vilanova y la Geltrú, 1965) es un hecho evidente, que se encuentra en todos sus cuadros, incluso en aquellos en que el artista se quiere explicar de una manera más pausada y calmada. La fuerza y el sentimiento hierven en su obra cuando refleja el campo con sus cultivos o con sus arboledas, así como cuando traslada al lienzo el mar y las olas que se estrellan contra las rocas. El pintor se adentra en las fuerzas naturales que tanto le atraen y aprovecha tanto las ramas retorcidas como el estallido de la blanca espuma marina para transmitir hondas emociones estéticas.
A la vez también merecen su atención los núcleos urbanos como puedan ser Barcelona o Cadaqués. De la capital catalana identificamos las torres de las iglesias que apuntan hacia el cielo, la arquitectura inconfundible de Gaudí y el puerto que invita al viaje y abre los brazos a la novedad. Del municipio del Empordà, tan asociado con Dalí, reconocemos la elevada iglesia de Santa María que contempla las barcas de los pescadores en la arena de la bahía, dispuestos a hacerse a la mar siempre incierta.
Tengo memoria de los cuadros de Jordi Santacana desde comienzos de los años ochenta. Incluso puedo precisar que el ocho de abril de 1983 lo acompañé con un escrito mío -breve pero elogioso- el catálogo con que anunció su primera exposición, realizada en los locales que el entonces Banco de Bilbao tenía en la Rambla Principal de Vilanova. Dicha vía, en pleno follaje estival, era uno de los motivos de los lienzos del autor que entonces tenía sólo dieciocho años. También había un cuadro con casas de blancas fachadas que evocaba el espíritu de la calle Arengaders, en la Geltrú. Todo un homenaje a los orígenes, en el que la maestría de Joaquim Mir se hacía notar. Desde entonces, finales del siglo XX, la valía de Jordi Santacana ha ido creciendo y afirmándose, y ahora, comienzos del siglo XXI, tenemos a un pintor en plenas facultades de su dominio pictórico.
Jordi Santacana dispone de una figuración que habla por medio del paisaje y se expresa con colores y formas que consiguen emocionarnos y hacernos participar de las verdades, las emociones y los sentimientos más trascendentes y elevados.