SANT MIQUEL DE CAMPMAJOR, 1943 Lluís Roura

Nos enseña que nunca se acaban los paisajes conocidos cuando éstos se han interiorizado y se llevan dentro como verdaderas muestras de identidad creativa.

La atmósfera es de gran importancia dentro de la obra de Lluís Roura, pero dentro de ella está la precisión de las líneas.

BIOGRAFÍA

Nacido en Sant Miquel de Campmajor, Girona, 1943, se considera un pintor autodidacta, aunque hizo dos cursos en la Llotja de Barcelona. Recibió los consejos de Félix Revello de Toro y Frederic Marés, sin olvidar los que le habían iniciado en la pintura: su cuñado Ramón Turon, el pintor Joan de Palau, el doctor Miquel Verdaguer y el rector del pueblo Mn. Joan Prat, quien le daba clases de historia del arte después de la misa dominical.

En 1963 se instala en Barcelona donde conoce muchos pintores, entre ellos el andaluz Paco Toro, y participa en exposiciones y concursos, logrando el galardón más importante al obtener la Medalla de Honor del Premio Pintura Condesa de Barcelona que entregó -le SM la Reina Sofía en 1981 en Madrid. Su primera exposición fue en Vic en 1970, y después han sido muchas partes de España y del extranjero: Caraques, Basilea, Ginebra, El Portús, Cabestany, Bruselas, Miami, San Petersburgo … ha ilustrado muchos libros: Los Pueblos del Empordà de Montserrat Vayreda, Lluís Roura de Lluís Racionero, Camprodon, un valle del Pirineo de Baltasar Porcel y Mn. Julián Pascual … y Tierra Santa.

En el año 2000 hizo hasta cinco viajes a Israel, y son fruto también seis grandes pinturas expuestas en la iglesia Parroquial de Santa María de Banyoles. Y más recientemente, en octubre de 2011, se inauguró en Figueres la obra «El paisaje del bautismo de Jesús» una obra de gran formato de 3 x 5 metros expuesta permanentemente en el baptisterio de la iglesia de San Pedro de Figueres en un encargo del Ayuntamiento de la ciudad.

VERDADERA ENTIDAD CREATIVA EN LUIS ROURA

por Josep M. Cadena

La mirada pictórica de Lluís Roura, cada vez más intensa en los conceptos y con sabias matizaciones en el color, nos lleva a entender la amplitud de la Naturaleza por ella misma y también de acuerdo con la inteligencia del hombre que la sabe entender en su inmensidad. De la observación directa de la belleza de los detalles cuando florecen las amapolas y madura la cebada -escribo en especial de sus amadas tierras gerundenses y aún, mésconcretament, del Alto Empordà- ha pasado, de una manera natural, sin ninguna prisa porque se encuentra satisfecho con todo lo que hace, a la interpretación de los grandes misterios de la vida sentida a través de las tierras de Israel -que Dios dio al pueblo escogido para que fructifiqués- y del crecimiento de un total sentimiento religioso a través de la interpretación de Jesús y de lo que representa el Nuevo Testamento.

No he querido obviar este importante punto en el que ahora se encuentra el pintor, ya que el mismo es el que mejor pone de relieve su constante crecimiento dentro de nuestra plástica. Pero esta exposición, la que ahora nos ofrece en la Sala Rusiñol de Sant Cugat del Vallès, aunque es con obra actual y reciente, se encuentra más cercana al Lluís Roura que conocemos y admiramos desde hace años. Porque se trata de un artista que, exigente con su propia evolución, ha dejado de lado los saltos desde muy joven y ahora, cuando hacia la setenta años y lleva más de cuarenta exponiendo y siempre mereciendo, junto con otros notables galardones, el gran premio de la constante asistencia de los aficionados al arte, nos enseña que nunca se acaban los paisajes conocidos cuando éstos se han interiorizado y se llevan dentro como verdaderas muestras de identidad creativa.

Pienso que estas pinturas de Lluís Roura, en que las tierras del Empordà se abren al infinito a la manera del espíritu que ama todo lo que rodea a las personas porque es ejemplo de la inmensidad de la Creación, hay una vigorosa evolución hacia la absoluta verdad de pintar como manifestación de verdad colectiva. En este caso, el arte es mucho más de una representación de lo que se ha visto y que está, para convertirse en la manifestación de lo que sentimos en nuestros interiores cuando contemplamos lo que nos rodea y que, hermoso como es cuando se presenta en plentitud, resulta el verdadero fruto del árbol de la Verdad y la Vida que un día nos será dado por nuestro sincero esfuerzo en conseguirlo.

La atmósfera es de gran importancia dentro de la obra de Lluís Roura, pero dentro de ella está la precisión de las líneas, pues, como ocurre siempre en un buen arte, sabe que del alma sale la idea y que esta se nos hace más presente cuando se concreta.