BARCELONA, 1973 Mònica Castanys
Consigue reflejar una siempre deseable armonía ciudadana. Y lo hace con la representación de actos cotidianos y sencillos, en los que la figura femenina establece el ritmo equilibrado de la escena.
Capta los ambientes urbanos -escenas de calle y, en especial, terrazas de bar al aire libre- con una fuerte impregnación de reflexión humana.
LA COTIDIANIDAD MARAVILLOSA DE MÓNICA CASTANYS
por Josep M. Cadena
Mónica Castanys vuelve a exponer en la Sala Rusiñol de Sant Cugat, después de llevarlo a cabo por última vez hace cerca de diez años. En aquella ocasión yo escribí que el artista reproduce con naturalidad lo que ve, especialmente escenas de calle, transmitiendo la dinámica de la luz y aportando imágenes fuertemente impregnadas de reflexión. Estas palabras siguen siendo válidas para describir la obra de la pintora, pues su lenguaje artístico ya era maduro entonces y ha sabido mantenerse sabiamente fiel a una manera de hacer que le permite expresar la magia de la existencia que se encuentra presente en la cotidianidad del día a día.
En las telas está presente la vida privada en el interior del hogar, que es el refugio en el que libres de la presión y el acondicionamiento sociales podemos ser y actuar en plena libertad, y la vida en la calle, que es el punto de encuentro con la sociedad y los demás. El espacio que configuran las paredes del domicilio permite la meditación, interrogarnos sobre nosotros mismos y el sentido de nuestras actuaciones. Fuera del ámbito privado, en las calzadas de la ciudad, el ruido incesante impone, pero también es posible encontrar el cobijo de una terraza de un bar donde reposar y contemplar el fluir de las corrientes de actividad, o descubrir maravillas inesperadas como una feria de libros y rosas o unas paradas de antigüedades. La lección que parece extraerse es que el pensamiento requiere de la paz en soledad, pero no por ello debemos encerrarnos en exceso y renunciar a la maravilla del mundo exterior que, a pesar de los elementos hostiles que la habitan, siempre contiene islas y oasis que entierran tesoros para descubrir.
El campo de acción de la pintora es la realidad que mejor conoce, sobre la que más ha pensado y de la que mejor tiene identificados los códigos que la rigen, y que no es otro que la ciudad que lo acoge. Sin embargo, el interés de su mirada es más amplio y global, por eso explora otros territorios como la cultura oriental.
Mónica Castanys demuestra que el extraordinario se encuentra presente en todo momento a nuestro alrededor, en lo que puede parecernos más común y prosaico, sus cuadros, surgidos de la clarividencia del artista, nos lo hacen saber.
MÓNICA CASTANYS, PINTORA CON POSITIVO SENTIDO DE LA OBSERVACIÓN
por Josep M. Cadena
Mònica Castanys, nieta del popular y bondadoso humorista gráfico Valentí Castanys, ha heredado de su abuelo una gran capacidad de observación y ha conseguido darle un excelente sentido pictórico. No sólo capta los ambientes urbanos -escenas de calle y, en especial terrazas de bar al aire libre- sino que sabe darles una fuerte impregnación de reflexión humana. Acepta lo que ve y lo reproduce con naturalidad en la manera de producirse de las personas, pero también transmite la dinámica de la luz y por su medio nos lleva a pensar en cómo es nuestra sociedad.
La pintora consigue reflejar una siempre deseable armonía ciudadana. Y lo hace con la representación de actos cotidianos y sencillos, en los que la figura femenina -casi siempre presentada de perfil o de espalda, como si fuera ajena a su protagonismo- establece el ritmo equilibrado de la escena que Mónica Castanys representa no tanto por lo que es en sí misma como por lo que puede sugerir como norma de vida. Esto ocurre en los exteriores, donde la fuerte luz de los primeros planos se encuentra bien contrastada con la gradación de los que siguen, como en los interiores llenos de gratas intimidades.