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Inauguración de Domènech i Sánchez (26 noviembre 2010)

Con la excepcional obra de Domènech i Sánchez (Meditaciones), la Sala Rusiñol luce una muestra figurativa que causa una peculiar fascinación. En efecto, de los cuadros expuestos —mayormente imágenes de la figura femenina— emerge una bella sensación de misterio: la representaciones van más allá del retrato porque en ellas percibimos sentimientos. Un resultado alcanzado gracias a una técnica pictórica no menos peculiar: Domènech i Sánchez deja de lado los pinceles para trabajar la pintura mediante el uso de trapos…

Josep Mª Cadena: «Domènech i Sánchez viene del mundo artesanal, donde el arte es una manifestación de utilidad: sí, los artesanos son personas que, situados delante de —por ejemplo— una mesa, son capaces de darle brillo y sentido de realización. Hacen que todo agrade a la gente que vive en aquella casa. Josep ha trabajado siempre delicadamente con el trapo, no con el pincel. El trapo es inusual: la gente no nace para pensar en trapos… Él tomó aquello que conocía de su propio oficio, que es como una manifestación de la «creación»». Esto es: desde el caos y la oscuridad iniciales, el espíritu que «friega» y toca las cosas con voluntad constante, hace nacer la luz tan pronto como las cosas toman su propia esencia. «Esto es lo que hace Domènech i Sánchez».
En la Sala Rusiñol hemos vivido una tarde de entrañables coincidencias: Josep Domènech i Sánchez, sabedor de que la Sala Rusiñol celebra su vigésimo quinto aniversario, nos ha dicho que ha venido con mucha ilusión ya que él también cumple 25 años, en su caso como pintor, y que en el comienzo de su carrera profesional recibió un premio de manos de nuestro añorado amigo Francesc Galí, que fue miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.
Entre las inquietudes expuestas por el público sobresalieron dos: la percepción de un aire de enigma y de misterio en las figuras que aparecen envueltas de una especie de nebulosa, y, por otro lado, la técnica de los trapos. La respuesta del artista: «Por mi manera de trabajar, yo pongo pintura para empezar con una cosa muy oscura. Después, en función de la idea a la que quiero llegar, voy quitando pintura y descubriendo la luz. De hecho, los blancos son blancos de las telas… Y así…, hasta que dejo que el espectador complete lo «incompleto». Una vez me dijeron: —Queremos que expongas con nosotros, ¡pero has de traer los cuadros acabados! Respondí: —¡Ya lo están!».

«El recurso de los trapos comenzó un poco con eso de las crisis. Imitando a Van Gogh, comencé poniendo en la tela un tubo de pintura. Pero, cuando nació mi primera hija, tuve que ahorrar. Puesto que yo era carpintero, me pregunté qué pasaría si actuaba como cuando embarnizo y tiño los mueble, es decir, si ponía menos pintura y la arrastraba con un trapo. Y aquello que empezó para hacer un ahorro, acabó siendo lo contrario: tengo que poner mucha pintura, con una pigmentación muy buena, con una preparación de la tela con una serie de pastas que cuestan… En fin, los resultados han sido muy buenos».

Es el momento del sorteo de la nota de arte de Domènech i Sánchez entre los presentes en la inauguración. Pero el motivo de la foto no es el sorteo, sino el de presentaros la última incorporación al equipo de la Sala Rusiñol: aquí veis a la joven Maite en el momento de anunciar quién era el afortunado ganador.

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