¡Benet Sarsanedas! Hombre afable, hombre del campo, enamorado de la naturaleza, el rostro del cual rezuma bondad; pintor veterano muy estimado en la Sala. Todo esto lo refleja su pintura (nos ha traído lo mejor de su obra) e Ignasi Cabanas se deshace con elogios y palabras de afecto. Te recomiendo —si todavía no lo has hecho— ir a la Sala Rusiñol y, nada más entrar, fijar la vista en la pared ocre del fondo… ¡Qué impacto!.
La colección expuesta ahora mismo en la Sala, ya desde el primer golpe de vista, causa impacto y atrae a la vista de manera irresistible. En efecto, por los poderosos colores, la textura no menos notable y el movimiento de los paisajes uno tiene la sensación de haberse adentrado en la naturaleza que expresa plenitud de vida y pureza.
Sarsanedas es un alma del país, nacido en Rupit (Vic). «Conoce muy bien la naturaleza y la ama por las cosas que suceden en ella, por la movilidad —continúa diciendo Cadena—. Viendo sus cuadros, uno tiene la sensación de que las hojas hacen ruido, que la hierba se mueve con el paso del aire… Son cuadros activos: la mano de Benet fija un momento, pero son momentos que se van sucediendo. Un detalle, un ejemplo: en el cielo —que es más corto que la tierra— vemos las nubes que suben…».
El discurso de Benet Sarsanedas —hombre discreto y de pocas palabras— comienza y acaba con su agradecimiento por nuestro interés en su obra. Pero Cabanas, hábilmente, haciéndole preguntas, le fue arrancando explicaciones entrañables. —En los inicios eras carpintero. ¿Cómo llegaste a la pintura? —¡No soy el primer carpintero que acaba pintando! Vi que el arte es lo que más dignifica al hombre. Por eso quiero hacer arte. La pintura no es fácil, es como el ajedrez. ¡Fue un reto! Me gusta lo que permite elevarme…». —Eres un “campesino ilustrado”, le acabó espetando Ignasi Cabanas.
El tema del ajedrez: ¡no es casual! Todo viene de lo siguiente: un día, Josep Mª Cadena visitó a su amigo Benet en su casa y se lo encontró delante de un tablero de ajedrez. Viéndole así, le preguntó: —¿Tiene que venir alguien? —¡No, es que yo juego por teléfono!, le respondió. Las diversas preguntas de los espectadores y amigos todavía le fueron alargando las palabras y explicaciones…: los pintores de referencia (muchos, sobre todo detalles particulares de Goya, Velázquez…); el número de los cuadros pintados (muchos, porque ya suma 50 años pintando); el tiempo que tarda en pintar un cuadro (no se sabe, depende; ¡un cuadro se acaba cuando se lo lleva alguien!)..
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