Eduard Malvehy lleva tiempo exponiendo en la Sala Rusiñol: la última vez fue hace 3 años y esta es la sexta muestra con nosotros. De cada autor y obra se puede sacar punta: en este caso, damos la bienvenida a la pintura plácida de Malvehy, justamente cuando recién hemos regresado al ruido y a la locura del calendario laboral. Si quieres descansar, plántate un rato delante de esta pintura.
Apenas hemos estrenado el otoño y la fuerza de la luz del sol va perdiendo intensidad. Casualidad o no, Edurard nos ha traído unas imágenes con atenuación lumínica, tal como vemos en los amaneceres (¿o atardeceres?) del Nueva York de los rascacielos con las luces encendidas en las oficinas y pisos de los edificios. ¡Gran efecto mágico!
El Sr. Josep Mª Cadenacelebra el regreso de Eduard Malvehy. Tiene toda la razón cuando nos dice que la obra de este pintor es una “pintura participativa”: sabe representar las ciudades (de Europa y de Estados Unidos) con sus características principales y el sentido de orden en relación a lo que es la ciudad, el ciudadano y la sociedad. ¡Obras con color positivo e imágenes bien estructuradas!
De la reseña de Josep Mª Cadena: «Limpia y pulcra, la creación pictórica de Malvehy no deja nada al azar, sino que establece con claridad todo lo que quiere explicar acerca de unas realidades vistas que él transforma en conceptos de belleza que siempre van más allá de los que externamente describen».
Entre las preguntas hechas al pintor, surgió la cuestión del agua como elemento omnipresente en su obra. En efecto, el agua es relajante y actúa como un buen complemento del paisaje urbano. Hay que remarcar el efecto espejo del agua, sea del mar ante los rascacielos de Nueva York, o de los típicos pueblos de la costa (Cadaqués, Celella), sea de los ríos y canales que atraviesan París, Venecia, Ámsterdam…
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