SANT FELIU DE PALLEROLS, 1970 Josep M. Solà
Ha sido de los que rompen con el ambiente que se ha encontrado y como no es nada conformista, en su pintura quiere hacer visible un afán vivificador de aquellos motivos, que de tan clásicos para muchos, parece que han perdido la esencia.
Sus composiciones nos revelan un verdadero pintor del siglo XXI a contrapelo de modas y movimientos postmodernos, que posee una gran personalidad, sensibilidad y dominio de una cocina pictórica que lo acreditan como uno de los grandes representantes de la escuela catalana, y en particular la olotina.
SENTIDO DEL ESPÍRITU EN LA FORMA JOSEP M. SOLÀ
per Josep M. Cadena
El paisajismo pictórico de Josep María Solà (Sant Feliu de Pallerols, La Garrotxa, 1970) recoje en sus más pequeños detalles las características de las hondonadas, los valles, los lagos, los caminos, los macizos, los estanques, los ríos y todo un conjunto de accidentes naturales que su pincel capta y nos transmite mediante un fabuloso ejercicio de precisión artística. Y aún nos admira más la forma en la que nos hace llegar el latido de la creación y recurre al mundo vegetal para hablarnos de los sentimientos humanos.
Josep María Solà dispone de una potente y bien modulada voz plástica, en la que los colores y las formas alcanzan la perdurabilidad de la belleza. Su paleta incluso trasciende el universo visual y alcanza la musicalidad. Así, disfrutando de la contemplación del nacimiento de un río en el que el agua resbala y salta las rocas, creemos sentir la canción líquida del flujo de la corriente. Y al verter la vista a unos estanques limitados por los empinados acantilados oímos el viento que corre poseso. La primavera es un estallido de vida, de confianza en el retorno de tiempos alegres. El otoño nos invita a la reflexión, a hacer una pausa en el camino, a menudo transitado con demasiada prisa, para interrogarnos sobre cuestiones trascendentes que pueden haber quedado relegadas por la urgencia de los aspectos banales del día a día. El verano es el disfrute de la existencia, la paz con nosotros mismos y la conexión feliz con nuestro entorno. El invierno es la paz, el reposo, el final de un recorrido que quizá tiene una continuidad.
Nuestro pintor, haciendo uso del gran sentido del equilibrio descriptivo y manifestándose con una gran luminosidad, trata y medita los temas del espíritu en sus lienzos que retratan la Naturaleza. El arte es emoción que conmueve el alma humana y abre el pensamiento a nuevas realidades donde residen las verdades que tanto anhelamos conocer. Y Josep María Solà cumple plenamente esta función de artista con unos cuadros que nos impelen a abrir los ojos ante las maravillas que adornan el mundo, que nos conciencian de la necesidad del respeto hacia todo aquello que es vivo, delicado y precioso, y que nos enseñan que detrás de toda forma hay unas enseñanzas a aprender en beneficio de nosotros mismos y de los que nos rodean.