BARCELONA, 1945 Malvehy

Plantearse la obra con rigor intelectual es una de las claves que ayudan a entender una pintura como la suya que se muestra rodeada de silencio, poesía y casi misterio.

La arquitectura de sus construcciones queda patente tanto en los paisajes urbanos de París, Amsterdam y los que últimamente dedica a Nueva York, como en los bodegones o en los puertos pesqueros.

BIOGRAFÍA

Nacido en Barcelona en 1945, estudió pintura en Barcelona y París. En 1972 realizó su primera exposición individual y, desde entonces, encontramos sus obras en las principales galerías nacionales e internacionales, especialmente en las de Europa y Estados Unidos. Ha obtenido varios premios, entre los que podemos destacar la Medalla de Bronce en Sitges, 1976, la Medalla de Plata en Evian, 1983 o el Primer Premio en Aix-en-Provence, 1984. En 1981 fue seleccionado para formar parte del Homenaje a Picasso organizado en Barcelona. Ha aparecido en numerosas críticas como la que le realizó Fernando Gutiérrez en La Vanguardia o la del crítico Rafael Manzano.

Eduard Malvehy es uno de los pintores actuales que ha sabido construir su propia geometría pictórica. La arquitectura de sus construcciones queda patente tanto en los paisajes urbanos de París, Amsterdam y los que últimamente dedica a Nueva York, como los bodegones o los puertos pesqueros. Plantearse la obra con rigor intelectual, tal vez, es una de las claves que ayudan a entender una pintura como la suya que se muestra rodeada de silencio, poesía y casi misterio, y donde la linealidad de las formas no toma protagonismo a la luz.

EDUARD MALVEHY

por Francesc Galí

Plantearse la obra plástica con rigor intelectual puede ser una de las claves que ayudan a entender y gozar de una pintura, como la que realiza Eduard Malvehy, que da imagen a una realidad -todas le valen- rodeada de silencio, poesía y casi misterio.

Temas urbanos, paisajes y marinas son las que, junto a las naturalezas muertas, acostumbra a representar dentro de una singular estructuración en la que la composición, el plano y los volúmenes, cobran creativa interpretación sin que la objetividad figurativa pierda sentido como representación. Motivos que desarrolla mediante una configuración ordenada dentro de arquitectónicos límites -presentes a través del dibujo y la mancha- que aceptan la coloración de la luz, base importante de su quehacer representativo.

Traslado de la realidad del modelo al de su pintura que, además de realizarlo -instalándolo- a través de un dibujo bien asentado, lo hace añadiendo una coloración descriptiva libre de semblanza, fruto de una paleta entonada dentro de una escala de tonos que crece y decrece natural, sin brusquedades, en expresión del silencio con el que acompaña aquello que puede contemplarse como realidad soñada.

Una muy personal composición es la que pone en juego en sus obras: verticalidad y la consecución de la sensación de volumen se dan cita formal en su realización. Linealidad y cuerpo de las formas que la luz, de una forma también natural, situa consecuente al protagonismo de su configuración. Es, esta, una de las formas que Eduard Malvehy utiliza para dejar -sin ruidos cromáticos pero sólidamente construidas- unas muestras inequívocas de la subjetividad y sensibilidad con la que deja hecha su pintura.

EL EQUILIBRIO PICTÓRICO DE EDUARD MALVEHY

por Josep M. Cadena

La pintura de Eduard Malvehy, especialmente dedicada a la plasmación del paisaje, a pesar de resultar muy variada en cuanto a la captación de lugares y momentos ambientales, tiene unas comunes características estructurales que la sitúan en una concepción filosófica que nos ayuda a resolver de una manera agradablemente cartesiana las contradicciones que suele presentar la existencia, pues cada cuadro de este pintor, represente Cadaqués o Portofino, Nueva York o Amsterdam, unas coordenadas geográficas que habitualmente conocemos por proximidad o de las que sólo hemos oído hablar a personas que como el autor tienen la pasión del viaje como motor de nuevas sensaciones, nos da sensaciones agradablemente comprensibles y nos proporciona seguridades.

Desde hace años conozco la pintura de Malvehy y siempre he valorado muy positivamente su sentido del equilibrio, con colores y formas que son verdaderas lecciones de lógica dentro del presente y que nos tranquiliza de cara al futuro. Con su obra, él actúa como un cordura ordenador del territorio y de la sociedad humana, y organiza asentamientos urbanos donde es posible crecer mediante el trabajo en común y donde hay espacios para el ocio y el descanso individual.

Limpia y pulida, la creación pictórica de Malvehy no deja nada al azar, sino que establece con claridad todo lo que quiere contar de unas realidades vistas que él transforma en conceptos de belleza que siempre van más allá de lo que externamente describen. Porque, situados delante de sus cuadros, nunca hay que quedarse en una fácil localización espacial y temporal. Hay que ir más adentro de su matemática pictórica y dar la solución correcta a la ecuación de la vida que nos plantea. Porque Malvehy, aunque no lo parezca, siempre nos presenta incógnitas a resolver. Y para descifrarlas sólo hay que tener despiertos los sentidos de la sensibilidad y el buen gusto, y poseer una equilibrada voluntad de creer más en el juicio que en el arrebato, para así parecerse lo más posible a la artista y disfrutar mejor de la comprensión de su trabajo.

EQUILIBRIO Y ORDEN EN LA PINTURA DE EDUARD MALVEHY

por Josep M. Cadena

En estos tiempos de confusión y cuando un nuevo año comienza, creo que la obra pictórica de Eduard Malvehy nos ayuda a encontrar la necesaria serenidad y, incluso, la imprescindible voluntad de superación que necesitamos para ir más allá de los retos que nos rodean. Él lleva años manteniendo su postura de equilibrio, tanto en la construcción de las formas como en el color con el que se los da cuerpo, logrando así un excelente apoyo para que nuestro pensamiento se fortalezca y tenga una forma segura para progresar.

En la obra de Malvehy es factible encontrar las positivas referencias sobre lo que hemos visto en diferentes viajes, junto con lo que hemos aprendido en diversas lecturas sobre el mundo que nos rodea. Con esto deseo decir que es una pintura realista ya la vez culta, hecha sobre experiencias relacionadas con los lugares que el artista visita y se estima e hijas, en última instancia, del pensamiento que ha construido sobre los mismos para darnos originales motivos de reflexión. Innova a partir de lo que colectivamente sabemos porque es fruto de generaciones que han ido decantando sus conocimientos, de acuerdo con las necesidades prácticas que se tenían, pero también establece nuevos y positivos ambientes.

Eduard Malvehy es personal, sin ningún tipo de esfuerzo para serlo. Siempre actúa con naturalidad y pinta de una manera tranquila. Hay verdadero esfuerzo en lo que hace, como es lógico y hasta necesario que pase, pero se expresa con la serenidad del agua que pasa por un arroyo, lejos ya del brotar de la fuente que rompió la piedra para nacer y de la que tiene clara conciencia de proceder. Consigue que en su pintura las cosas pasen con orden, sin tensiones que rompan para una banda o por otra. Sirve al conjunto y se hace intérprete del mismo porque sabe de su trascendencia de futuro. Por eso, aunque recuerda el pasado y siempre actúa sobre el presente en el que vive, mira hacia el futuro que está por venir.

Así, cuando como pintor se fija en la cerámica y establece composiciones propias, estas nunca son naturalezas muertas, sino que con la diversidad de formas que reúne para construir cada cuadro, estos viven y nos acercan a una sociedad que, hecha con elementos muy diversos, sabe organizarse para poder llegar a ser mejor.

LOS PAISAJES PLURALES Y GLOBALES DE EDUARD MALVEHY

por Josep M. Cadena

Pienso que aquellos sancugatencs que habitualmente visitan las exposiciones que ofrece la Sala Rusiñol celebrarán que vuelva a mostrar su obra el artista Eduard Malvehy. Ahora hacía tres años que este notable pintor no exhibía sus cuadros en la galería, y sus seguidores deseamos apreciar la evolución de este creativo que, gran observador de la realidad, destaca en los paisajes urbanos europeos y en la composición de los bodegones , que trata con una precisión de trazo y un equilibrio lumínico que les confiere una atmósfera que destila una armonía que proviene de la sensación que experimenta el observador del lienzo de encontrarse integrado en la escena que es objeto de su atención.

Eduard Malvehy (Barcelona, ​​1945), formado pictóricamente en Barcelona y París, expone desde 1972. Lo hace con regularidad en muchos puntos de España, resto de Europa y Estados Unidos. Desde hace unos años reside habitualmente en Zaragoza, y creo que aprovecha la tranquilidad que ha construido a su alrededor para profundizar en una obra altamente colorista, perfectamente estructurada en sus arquitecturas internas, que manteniéndose fiel al lenguaje personal que ha sabido crear, transmite unas provechosas lecciones de civilidad. Su pintura es culta vez que descriptiva, y expresa una voluntad de unión entre lugares y personas llamados a alcanzar metas de progreso constante. Dentro de la diversidad de poblaciones de Europa y Estados-Unidos que representa a sus cuadros siempre hay estimulantes proyecciones hacia un futuro de participación en común. Y lo mismo sucede con los bodegones de cerámicas y vidrios, en los que las bellezas formales de las botellas, los vasos, los cuencos y los platos, más allá de las características más distintivas de cada elemento, actúan conjuntamente y articulan un conjunto de gran estética.

En mi opinión, Malvehy ha encontrado el camino con el que mejor se identifica y sabe seguirle con libertad artística y deseo de servicio a la sociedad. Cree en lo que dice y lo expresa con las palabras justas, tanto en los colores como en las formas. Y tiene la virtud de hacernos sentir partícipes de una voluntad común y global mediante su pintura.

Exposiciones

MALVEHY

 «LAS CIUDADES QUE AMO»