BARCELONA, 1966 Ruipérez

Sus figuras femeninas y sus estudios y retratos, van mucho más allá de lo que es la buena observación de los modelos escogidos y rezuman estudio psicológico.

Ruiperez capta con su pintura la solidez de la propuesta de constante progreso humano.

ESPÍRITU DE SUPERACIÓN HUMANA EN LA PINTURA DE RUIPEREZ

por Josep M. Cadena

Ramon Gutiérrez Ruiperez firma sólo con su segundo apellido. El pintor se proyecta dentro de nuestro arte como Ruiperez, y de acuerdo con su deseo así tengo el placer de presentar sus cuadros en la que, según creo, es su primera exposición en la Sala Rusiñol de Sant Cugat. Y digo gozo porque, desconocedor como era hasta ahora de su obra, encuentro en esta un sentido, preciso y ágil a la vez, acertado en su manera de captar la realidad, ya que sabe aunar lo que es actual e inmediato con el que constituyen las conquistas históricas de la sociedad a la que pertenecemos.

Es decir: Ruiperez capta con su pintura la solidez de la propuesta de constante progreso humano con, pongo como ejemplo, los puentes y los rascacielos de Nueva York en combinación con la espiritualidad del sonido que con sus músicas al aire libre expanden unos espontáneos grupos artísticos que circulan por las calles y parques de la gran ciudad norteamericana. Y sin detenerse en el equilibrio ya alcanzado entre el trabajo y el ocio, sabe fijarse en la danza como medio de expresión de unas bailarinas que en el ritmo, en el gesto meditado y en el movimiento que viene dentro afirman su individualidad en armonía con el entorno y la colectividad. Por eso sus figuras femeninas en pleno baile, al igual que sus estudios y retratos, van mucho más allá de lo que es la buena observación de los modelos escogidos y rezuman estudio psicológico.

Me han dicho que Ruiperez es un gran amante del jazz y que cuando realiza su pintura siempre lo acompañan en su estudio varias composiciones de esta música tan representativa de los sentimientos de una humanidad que se esforzaba para superar los problemas económicos, sociales y raciales en que se encontraba injustamente sometida. No me extraña que así sea, ya que en toda la obra de este pintor encuentro un firme y constante deseo de justicia colectiva, de convencimiento de que si la estética se encuentra falta de ética nunca puede mantener -se, como afirmó un profesor universitario en unos momentos convulsos. Y aunque nunca quiere aleccionarnos con su creación, sino que la realiza con naturalidad expresiva, consigue que, introduciéndonos en ella para complacer el espíritu con las armonías, los ojos nos lleven a pensar que el amor por la pintura nos puede ayudar a ser mejores. Que así sea en este año 2014 que ahora acaba de empezar.

Exposiciones

RUIPEREZ

«PRISMAS»