BARCELONA, 1968 Carlos Diaz

Los espacios y los lugares que describe Carlos Díaz existen y, muchas veces, tienen una evidente raíz dramática.

El realismo que nos ofrece este artista es hijo de su mirada, que se basa en la esperanza que nace de la luz.

BIOGRAFÍA

El pintor barcelonés es uno de los artistas más destacados de la nueva generación de pintores que cultivan el realismo desde una óptica contemporánea. Su obra se ha expuesto en galerías de toda Europa y ha a diferentes ferias de arte internacionales consiguiendo un gran éxito. Fue seleccionado, entre otros méritos, a una muestra colectiva de realismo español en el prestigioso Panorama-Museum de Bad Frankenheuse (Alemania).

La luz y los juegos de sombras se convierten en protagonistas de unas composiciones muy elaboradas que impregnan de belleza objetos, lugares y formas que pasan desapercibidos en el día a día de todos. Fachadas, mobiliario urbano, vehículos … y mar. La ausencia de presencia humana también es un rasgo característico de una obra que agranda los pequeños elementos.

El AFÁN DE VIDA Y DE RECUPERACIÓN EN LA OBRA DE CARLOS DÍAZ

por Josep M. Cadena

La pintura de Carlos Díaz (Barcelona, ​​1968) refleja el afán de supervivencia y superación de la colectividad humana enfrentada a un entorno donde las trabas a toda iniciativa de progreso no paran de crecer. Su arte es anterior a los momentos difíciles que ahora pasamos, pero establece como evidente que la sociedad necesita más que nunca encontrar nuevas motivaciones que permitan seguir avanzando.

En 1997, dentro de un libro dedicado al paisajismo catalán contemporáneo, escribí con elogio de este pintor y ahora, a pesar de que ya ha pasado bastante tiempo y los juicios deben revisarse siempre que las personas evolucionan, encuentro que uno de los párrafos del texto de entonces aún le es perfectamente aplicable. Perdonen, pues, la autocita, pero tengo que seguir diciendo que los paisajes de Carlos Díaz son un estímulo para la esperanza porque, a pesar de la tristeza que muchos de ellos reflejan, manifiestan el afán de vida de unos ciudadanos que , sin que sea necesaria su representación, se encuentran presentes y hacen como las plantas y flores: agarrarse a lo que tienen y pensar que los días malos pasan para todos y que los buenos, si es que llegan, favorecerán aquellos que saben esperar. Entonces las puertas cerradas se abrirán solas y un aire vivificador entrará por ellas.

Nos encontramos ante una nueva primavera y la Sala Rusiñol, que a su ya larga trayectoria, suma un nuevo año de existencia, encuentro que ha sido muy acertada al pedir a Carlos Díaz que dé relieve con su obra a una celebración que es de continuidad. Amigos y constantes seguidores del que Ignacio y Victoria realizan saben del esfuerzo que esto representa y son conscientes de que el arte plástico debe sobrevivir como signo de nuestra identidad cultural, siempre tan amplia y diversa como sea posible. Por eso también es bueno que esta exposición de Carlos Díaz, que por sí misma ya es una remarcable hito, presente también connotaciones de permanencia creativa.

El realismo que nos ofrece este artista es hijo de su mirada, siempre atenta y amorosa, que se basa en la esperanza que nace de la luz que, hasta en los lugares más sencillos y humildes, hace creer en un futuro mejor. Los espacios y los lugares que describe Carlos Díaz existen y, muchas veces, tienen una evidente raíz dramática. Pero el artista sabe darles un sentido de progreso, y eso es lo que es trascendente para él, para el arte y para nuestra sociedad.

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