SABADELL, 1974 Enric Aguilar
La contemplación del mar le ha permitido darse cuenta, aunque ya lo intuía, que la inmensidad de las aguas son reflejo de la vida misma.
Su obra es fruto de su reflexión y contemplación del mar y los temas marineros. Una reflexión amasada en la realidad y en la vida del cotidiano, a partir de la vida de los que le rodean.
EL BAUTISMO DE LA FE
por Enric Aguilar
Toda representación donde una persona quiere expresar lo que siente, lo que vive, es un ejercicio de humildad personal ante la vida que le rodea y la aceptación que debe hacer de la totalidad de ésta, tanto en la alegría vivida como en aspectos más amargos de la experiencia humana.
La aceptación y el reconocimiento de todo lo vivido, sea o no agradable, nos abre las puertas del conocimiento humano y personal, donde éste nos brinda la oportunidad de que disponemos todas las personas de conformarnos tal como es, o decidir cambiar nuestra percepción interna y los hechos externos a un aspecto mejor y más placentero de la vida más evolucionada.
A más conocimiento que uno adquiere del pensamiento humano, descubre cómo funciona éste y, según las creencias de cada persona, llegas a la conclusión final de certeza donde uno debe adquirir la capacidad y el hábito de abandono con plenitud. esencial del alma y dejar que ésta te muestre y te indique el camino para saber dar luz, paz, amor y vitalidad en el trabajo pictórico. Así pues, se convierta en el sentido de servicio a las personas, donde les llene el corazón y el espíritu, disfrutando constantemente de la obra y de las emociones vividas en todo momento presente, trascendiendo todo espacio y tiempo.
Es por este motivo el título de la exposición: «El bautismo de la fe», porque con la fe uno despliega las alas que permiten vivir con humildad la verdadera libertad y la vida con plenitud.
En estos momentos que estamos viviendo sólo me vienen a la mente las palabras de San Francisco de Assis. (1181-1226 dc)
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya ofensa, que yo ponga perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga unión.
Donde haya duda, que yo ponga FE.
Donde haya error, que yo ponga verdad.
Donde haya desesperación, que yo ponga esperanza.
Donde haya tristeza, que yo ponga gozo.
Donde haya tenebra, que yo ponga luz.
Oh Señor haz que no busque tanto ser consulado, como consolar.
Ser comprendido cómo comprender.
Ser amado, cómo amar.
Porque es dando que se recibe, perdonando que se ha perdonado,
Muriendo que es resucitado en la vida.
LA PROFUNDIDAD PICTÓRICA DE ENRIC AGUILAR
por Josep M. Cadena
Personalmente enamorado del mar y de las barcas que le sirgan ya sea para la pesca o con motivaciones deportivas, Enrique Aguilar (Sabadell, 1974) ha hecho de los temas marítimos los más importantes de su actividad pictórica. Primeramente formado en la Escuela de Artes y Oficios vallesana y, a continuación, licenciado por la Escuela de Bellas Artes, actualmente reside en Castellar del Vallès, pero sus estancias estivales en Menorca le sirven para adentrarse en su vocación marinera y encontrar en la costa -también la catalana, especialmente la gironina- motivos para pintar escenas de calma y de acción, con las que la sensibilidad de todos nosotros, hijos de poblaciones mediterráneas, conecta de manera eficaz.
Tanto un par de barcas situadas en reposo y al borde del agua en la playa del Canadell, como un chico tomando los primeros baños de abril en Palamós, son, al igual que muchos otros episodios marineros que el artista nos presenta, manifestaciones que nos recuerdan circunstancias que muchos de nosotros hemos presenciado o incluso protagonizado. Y esto es precisamente lo que nos permite decir que Enrique Aguilar sabe dar con su arte una trascendencia vital en unos momentos que, a pesar de haber sido vividos, quizás no habíamos acertado valorar adecuadamente hasta ahora que los vemos captados y exaltados artísticamente. Y es que la pintura, cuando es realmente sentida como medio de absoluta comunicación de sentimientos, y al mismo tiempo dispone de artífices dotados para este arte, como es el caso presente, amplía considerablemente la profundidad y amplitud de nuestra percepción.
Hay que seguir con atención esta exposición de Enrique Aguilar, ya que sus cuadros, temáticamente relativos a lo que nos es común por proximidad al mar, van siempre más allá de lo que superficialmente explican y están empapados de fonda reflexión. Esto se evidencia especialmente en dos obras tituladas Yo juzgo y Yo perdono, protagonizadas por una mano, que representan, respectivamente, la obligación de juzgar los hechos y las personas de acuerdo con la más estricta razón y la necesidad de actuar con generosidad . El pintor sigue estas premisas y, contemplando su obra, nos estimula a seguir el ejemplo pictórico que nos da.