MATARÓ, 1970 Jubany

Nos transmite la esencia y el alma de las ciudades que pinta, ordenando de la mejor manera el pensamiento, la forma y el color.

Jordi Jubany busca oferir una obra natural, relacionada amb la vida.

ENSEÑANZA Y BUENA COMPAÑÍA EN LA OBRA DE JORDI JUBANY

por Josep M. Cadena

Pintor joven y con empuje constructiva y colorista vez, Jordi Jubany (Mataró, 1970) es un valor emergente dentro del nuevo arte figurativo catalán. Aún niño, recibió (1978) las primeras nociones de dibujo artístico de la mano de Albert Alís; después (1985-1987) estudió en la Escuela de Artes Visuales de Vilassar de Mar y de nuevo (1990-1994) volvió a ponerse bajo la guía de Alís para adentrarse con provecho en el ejercicio intenso de la pintura al óleo.

Fue con este maestro, que se había formado con profesores como Pablo Mañé y Raúl Capitani -preferentemente aceite y grabado-, así como con José Martínez Lozano -gran acuarelista y también excelente pintor- cuando empieza a poner de manifiesto las sus dotes creativas. Después (1999) siguió un curso de escultura en la Escuela Massana y entró en contacto con la piedra, la madera y el hierro, insistiendo con una capacidad volumétrica que ya tenía de origen. Y luego llegó la participación en varios concursos, en los que siempre resultó seleccionado, así como ganó premios. Y luego vinieron las exposiciones personales: dos en Mataró y una muy reciente en Girona. También encontramos una decena de obras suyas en el fondo artístico de la entidad Caixa Laietana.

Poco, pero significativa, porque artísticamente es joven. Y lo que más interesa: avanza con paso seguro y pinta a conciencia, seguro de que con la representación de las cosas que ve se llega a plasmar un verdadero sentimiento de humanidad. Ahora ha ampliado su radio de acción y lo tenemos en Sant Cugat, en la Sala Rusiñol. Ésta, que celebra sus veinte y cinco años de vida -un cuarto de siglo, si contamos de una manera más solemne- apuesta por él y, a la vez, renueva con juiciosa pausa su acción divulgadora en pro de la art. Hace una llamada que nos lleva hacia el futuro que, sea como sea, tiene que llegar y que debe encontrarnos con suficiente bagaje -espiritual y moral, pero también artístico- para poder asimilar los cambios. Estos serán más de espíritu que de entorno y necesitaremos tener clara conciencia de lo que somos para que los vientos, tal vez alocados, de la beneficiosa enjuague que se prepara nunca se lleven las esencias de lo fundamental. Y esto lo conseguiremos aquellos que preferimos el arte y lo sentimos como ejemplo de vida recta con obras que vienen de antes y con otros, que son de ahora, como la de este Jordi Jubany que ahora nos acompaña. Observemos con atención y veremos que nos enseñan y nos hacen buena compañía.