BARCELONA, 1947 Oscar Borrás

Todo es positivo en su obra, desde el vuelo de los pájaros a los chicos que corren, van en bicicleta o respiran los perfumes de los árboles y de las plantas en flor.

No nos quiere llevar hacia visiones bucólicas de la Mitología, ni tampoco se sitúa en la posición del que exalta las virtudes del ser humano primitivo, sino que nos idealiza el presente de nuestros paisajes.

BIOGRAFÍA

Cuando contaba tres años de edad, su familia se trasladó a vivir primero en Argentina y, posteriormente, en Uruguay. En 1960 volverán a España y fijan su residencia en Valencia, donde Oscar Borrás realizará estudios de ingeniería técnica. No extraña que confiese que, recordando una infancia feliz en la que disfrutó tanto de la familia como de la naturaleza, su pintura haya encontrado, en esta última, su tema casi exclusivo: la flora, la fauna y el mundo que la habita y que poéticamente civiliza. Constantes que protagonizan un mundo sugestivo y sugerente, ingenuistas vez que inteligente y que, desde 1969, fecha en que realizó su primera exposición, caracterizan su obra. En estos más de cuarenta años de dedicación al mundo del arte ha realizado numerosas exposiciones en las principales ciudades de nuestro país y del extranjero. Su obra ha sido galardonada en varias ocasiones con premios y distinciones como Primer Premio y Medalla del Ateneo Mercantil de Valencia, Medalla al Mérito Artístico de Información y Turismo, Medallas I-II Exposición Fuerzas Armadas en Valencia … También encontramos su obra referenciada en publicaciones como Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, Arte español, naif españoles contemporáneos …

OSCAR BORRÁS Y SU MUNDO LLENO DE PAZ Y ALEGRÍA

por Josep M. Cadena

Aquel que conozca los cuadros de Oscar Borrás y se encuentre en el que una noche de verano, cuando se disponía a cenar al aire libre, en un ambiente que se suponía que sería bastante agradable, el tiempo cambia de repente, y el frío y la lluvia invaden la terraza donde se está, valorará entonces, más que nunca, las gracias de aquellas pinturas en que todo es agradable y armonioso. Porque el artista, que ya tiene una muy larga y exitosa trayectoria, consigue establecer situaciones siempre positivas, en las que la alegría del vivir no se encuentra tan sólo en las personas que figuran en ellas, sino en unos conjuntos plenamente satisfactorios para todo aquel que los contempla.

Oscar Borrás, nacido en Barcelona en 1947, es valenciano de sentimientos y de residencia. Expone desde muy joven y su obra, plenamente naïf, llega a un público muy amplio por sus valores colorísticos y por la alegre imaginación que demuestra al componer sus escenas. Las mismas describen lugares que imagina como paradisíacos a partir de una realidad a la que todos, en principio, podemos acceder, pero que pocos de nosotros sabemos interpretar en toda su potencialidad de satisfacciones hedonistas.

Para mí -así lo escribí en el mes de noviembre de 2009, con motivo de una exposición suya en esta misma sala Rusiñol que ahora nos ofrece sus últimos cuadros- si todo lugar de la Tierra fuera la reproducción más perfecta del Paraíso , Oscar Borrás sería su cronista pictórico más exacto y más actual. Porque no nos quiere llevar hacia visiones bucólicas de la Mitología, ni tampoco se sitúa en la posición del que exalta las virtudes del ser humano primitivo, sino que nos idealiza el presente de nuestros paisajes, desde los jardines hasta los grandes hoteles. De esta manera nuestras miradas, cuando se mueven por los detalles que describen sus aceites, coinciden con unas realidades transformadas en conceptos que dejan de lado todo defecto hijo de la realidad.

El pintor imagina y nos hace imaginar a los que seguimos e incluso admiramos su capacidad de fabulador pictórico. Crea un mundo y hace que el mismo tenga gran fuerza comunicativa. Y lo que es más interesante para mí: consigue que sus representaciones plásticas nos predispongan a desear siempre mundos mejores en los que un día pudiéramos vivir con alegría y en plena paz.

EL MUNDO FELIZ DE OSCAR BORRÁS

por Josep M. Cadena

Si todo lugar de la Tierra fuera la reproducción más perfecta posible del Paraíso y la legendaria Atlántida no se encontrara perdida en el fondo de un océano, sino que la tuviéramos extendida por todo el mundo habitable, quizás ahora los campos y las playas, las ciudades y los pueblos, serían como son representados en los cuadros de Óscar Borrás. Porque tenemos que tener en cuenta que, situados en la utopía, una posible pero también altamente improbable sociedad perfecta, aquella que debería vivir contenta y en paz con lo que hicieran sus miembros, no debería ser por fuerza primitiva ni debería tuvo su máximo arquetipo en el hombre salvaje.

Al contrario: podía haber llegado a un desarrollo tan notable y avanzado en los inventos y en las formas de vida que compaginara sin ningún tipo de problema aspectos tan diversos como estos: una selva convertida en jardín, con saltos de agua, fuentes y lagos de diseño; niños a caballo de delfines; y adultos que perfectamente vestidos, bailan o comen paellas de marisco en las terrazas de unos buenos hoteles situados cerca del mar en noches de luna llena. O que llevaran a cabo muchas otras actividades, sencillas y complicadas tiempo, hijas de la voluntad de ser materialmente felices sin dejar de pensar en un mejor mañana.

Una felicidad imposible, ya que llevamos en todos nosotros el gen del pecado original y sabemos que la caja de Pandora fue abierta; pero, a pesar de todo, una aspiración de plenitud individual y social a la que nunca queremos renunciar porque en nuestras raíces como humanos vive la pequeña semilla de esperanza.

Òscar Borràs, todo un clásico de la pintura naïf española por sus numerosas exposiciones individuales desde 1969, los museos en los que se encuentra representado, los premios y las distinciones que ha obtenido, la bibliografía que hay sobre él y los colectores coleccionistas que le siguen de manera entusiasta, nos alegra la vida con la sonrisa de su obra. Todo es positivo en él, desde el vuelo de los pájaros a los chicos que corren, van en bicicleta o respiran los perfumes de los árboles y de las plantas en flor. Sabemos que no es verdad, pero que podría serlo; que es un sueño que no produce ningún tipo de inquietud y al que podemos volver siempre que queramos.

Exposiciones

OSCAR BORRÁS

«MIRAR DE CERCA»