CALDES DE MONTBUI, 1947 Vilanova

La poesía del vivir llena el corazón de este artista y pasa directamente a su cerebro para que éste mande a la mano que lleva el pincel.

No le preocupa ninguna tendencia; intenta hermanar la delicadeza con la osadía, recordando que la finalidad del arte es el placer.

BIOGRAFÍA

Ya de pequeño le gustaba dibujar y pintar con lápices de colores. A la edad de 16 años, cuando su tía Carmen le regaló una caja de pinturas al óleo, comenzó el camino para ser pintor, que se completó más adelante cuando dejó el trabajo habitual para dedicarse de lleno al gozo de pintar. El camino seguido ha sido sobre los pasos dejadas por los pintores impresionistas catalanes y franceses. Desde el año 1973, año en que fecha su primera exposición, ha ido exponiendo en diferentes ciudades de España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. También participó durante un tiempo en concursos, y obtuvo muchas satisfacciones. Comenzó pintando la naturaleza: los prados y bosques cercanos a su pueblo. De hecho, dice que pudo ser extrovertido con ella, sentirla y amarla con toda libertad. El resultado ha sido una simbiosis constante. Confiesa no tener nada después; cada día es nuevo para él, como lo es el cuadro a pintar. Le preocupa la captación de la luz y del aire que lo rodean, todo a través del color, hablando el alma y el espíritu, y dice que, cuando ha conseguido una obra bien hecha, las teorías artísticas han quedado atrás . No le preocupa ninguna tendencia; intenta hermanar la delicadeza con la osadía, recordando que la finalidad del arte es el placer. Y así sale a pintar cada día.

PINTURA VITAL Y ESTIMULANTE DE RAMON VILANOVA

por Josep M. Cadena

Si sólo nos queremos fijar en los aspectos exteriores de las actividades humanas, podemos pensar que el pintor Ramon Vilanova (Caldes de Montbui, Barcelona, ​​1947) siempre va en busca de nuevos temas para pintar y que, finalmente, cansado del camino por campos y de saltar incluso setos con el ansia de encontrar el que le sea desconocido, acaba fijándose en temas que ya conoce. Y no es así. El artista, anda que andarás, por la Naturaleza con el afán de conectar con todo lo que le viene de lejos y que lleva desde mucho antes en su interior y que, finalmente, encuentra, en unas variaciones que para otros resultarían imperceptibles, en unas amapolas que crecen entre los cereales; en unos lirios, azules, morados o amarillos, que aparecen en un rincón con tiempo antes había transitado sin encontrar nada; en unos almendros que florecen fuera de temporada para que la bonanza del tiempo les ha engañado; en unos girasoles que se abren de una manera diferente, aunque bien natural en su objetivo de encararse con la luz; en unas olas que se rompen en un dibujo de espumas que hasta entonces nunca había visto, pero sí intuido; o, más sencillamente, en una planta que brota dentro de la tierra puesta porque sí dentro de un cubo de pozo agujereada por mucho uso ya la que se le ha encontrado pervivencia en un nuevo destino improvisada para conservarla vigente en el huerto de la casa familiar … y es que Vilanova, hombre en general callado y que cuando habla dice muy pocas palabras, nunca para de hablar consigo mismo sin decir una palabra. Interiormente analista de las sensaciones que no paran de llegar a él en todo lo que le rodea, mira, palpita y, finalmente, siendo el placer de encontrarse con lo que desea, que es el mismo que en lo que soñaba, pero que es siempre diferente en su realización.

El pintor desea que el tiempo pase, que el día y la noche se sucedan, porque cada luz que llega es, a pesar de todo lo que puedan pensar los que creen en la inmutable secuencia de las estadísticas, diferente en sus detalles y él, que estima los cambios que no lo parecen, sabe que a cada instante que pasa se produce una conmoción que lo cambia todo sin que nada parezca moverse.

En el fondo, la pintura de Ramón Vilanova es de temporada cuando él la produce, pero queda fijada para siempre una vez se ha convertido en cuadro. Deseo decir con esto que nunca pinta en subordinación a la obra que antes ha hecho, sino que necesita del contacto directo con los hechos naturales, para que los mismos le dan nuevos estímulos. Como cuando -Pongo un ejemplo, pero en todos los que pudiera relacionar pasa lo mismo- se pone delante de unos árboles y se fija en sus cortezas y explica con ellas el tiempo que hace y cómo lo enfrenta aquel ser vivo y leñoso , a la manera de cómo lo podemos hacer nosotros cuando tenemos las mejillas rojas por el frío o bien vamos con ropa ligera porque es verano y hace calor.

La poesía del vivir llena el corazón de este artista y pasa directamente a su cerebro para que éste mande a la mano que lleva el pincel … Los actos de Vilanova son instintivos, pero altamente racionales en sus orígenes. Y a la manera de Jacint Verdaguer, cuando en uno de sus Idilios escribió que como girasol amado por vos rondaría, espera a que sea el momento propicio para que aquella planta gire sus flores hacia la luz para viajar con ellas hacia el infinito de las verdades a las que quiere acceder de la manera más sencilla posible, pero con total firmeza. A la vez, cuando se encuentra con las amapolas, experimenta en su interior -sin saberlo por la lectura de Gabriel Alomar, que escribió hace muchos años- que tienen una encesor frenética, y se vuelca plenamente en ellas para que lo siendo como una necesidad colectiva.

Con esta exposición de Ramon Vilanova acierta una vez más la Sala Rusiñol, que la presenta. Es un magnífico traspaso de año y una manera muy oportuna de felicitar las Fiestas de Navidad y Año Nuevo. Marcha en 2013 y llega en 2014; se cierra un ciclo de doce meses y se abre otro igual en sus estructuras de calendario, pero que es un futuro que deja atrás el pasado, con la voluntad de que el presente diario sea mejor. Y a creer que esto ocurrirá nos ayuda con mucha eficacia la obra de Vilanova.

RAMON VILANOVA

por Josep M. Cadena

Ramón Vilanova tiene muchas virtudes humanas y pictóricas. Creo que las primeras han generado las segundas, ya que artísticamente es autodidacta y se ha hecho a sí mismo como pintor que ama la vitalidad que constantemente manifiesta la Naturaleza.

Para él no hay ningún aspecto del paisaje que no sea estimulante en cuanto a la creatividad; especialmente aquellos más humildes y escondidos, que de entrada no parecen tener ningún tipo de grandiosidad. Pero él sabe encontrarla en las hierbas de margen, en la zarza y ​​en el espino, en la flor que ya se marchita y en la hoja que pasa del verde más ufano al amarillo otoñal.

Visiones amplias de lo pequeño, pero que tiene la autenticidad de la lucha por la supervivencia a partir de las propiedades vitales -y todavía aquí yo añadiría el calificativo de morales, en el sentido de aceptar la propia ética del existir – que se perpetuando desde tiempos muy lejanos.

El pintor es instintivo, pero siempre sabe elegir lo que es mejor para que el canto a la vida que constituye toda su obra crezca y se extienda a partir de la seguridad que da el arraigo a la tierra. Para que los colores y las formas -impulsius los primeros y arboladas las segundas- de Ramon Vilanova vienen de que hay una savia, un aprovechamiento seguro de las potencias y una perfecta adecuación a los lugares en que cada cuadro realiza su acción de vivir por a él mismo y, a la vez, comunicar las ganas de seguir haciéndolo a aquellos que lo miran.

Esta exposición de Ramón Vilanova nos llega cuando, como por fortuna pasa todos los años, nos encontramos dentro del círculo navideño. Este es de celebración dentro de las familias, de recapitulación sobre lo que llevamos hecho para el prójimo y para nosotros mismos y de esperanza y proyección hacia el futuro. Y esta triple visión se encuentra en la obra de nuestro pintor, que nos describe situaciones muy cercanas a lo que tenemos como habitual, nos ayuda a pensar sobre la permanencia de lo auténtico y nos da fuerzas para continuar dentro de la trayectoria que sabemos correcta o para rectificar si nos hemos equivocado.

Como en el Canto de los pájaros, que en el violonchelo de Pau Casals llegó al mayor grado de sonoridad que puede tener una melodía popular, todo canta en pro del renacimiento de los espíritus en la pintura de Ramón Vilanova.

Obras disponibles

CREPÚSCULO

Óleo/tela 46×55 cm

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